MOMENTOS INCÓMODOS

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Hermione y Ginny comprendieron el significado de la palabra incomodidad hasta que tuvieron que estar sentadas junto a las mujeres del pasado y presente de los hombres que amaban. La segunda lo aceptaba, la primera todavía se negaba. Pero así era, Ginny estaba profunda y perdidamente enamorada de Lucius Malfoy, sin importar la diferencia de edad ni la historia que les precedía, misma donde sus familias se encontraban involucradas de la peor manera.

A Hermione todavía le costaba poner nombre a lo que sentía. Apenas un par de horas atrás había tratado de entregarse a Draco en la casa de sus padres, aquella casa donde fue torturada una y otra vez, la casa donde vio morir a Dobby. Mas qué lejano quedaba todo aquello. Le bastaba una mirada de los ojos grises que habían logrado atraparla para que se sintiera segura en medio de la enorme mansión que con el matrimonio Malfoy desbaratándose se notaba incluso más vacía que antes.

Allí estaban.

Ginny Weasley terminó la crema que Narcissa Black mandó a preparar especialmente para ella. Había estado deliciosa, no podía negarlo. Hermione por su parte trataba de ignorar el nudo en su garganta y sonreía de manera forzada a la hermosa chica que acariciaba una y otra vez la mano del menor de los Malfoy. ¡Joder que era bella! Hermione no recordaba haber visto una mujer más hermosa luego de Pansy Parkinson.

Aunque era delgada, denotaba ese toque sensual que a los hombres como Draco sin duda alguna volvían locos y sumándole su fortuna y apellido... aquello era una bomba. Draco sí que había pensado muy bien cómo dejar atrás la vergüenza de ser un Malfoy tras la derrota de Voldemort. Sin duda alguna, había tratado de salir adelante a través de un enlace matrimonial con la hija de un conocido mago francés.

Hermione no podía culparlo. En realidad, nadie podría hacerlo. Draco Malfoy creció con una idea muy distinta de los matrimonios, para él nunca fueron más que tratos de poder entre familias adineradas de su círculo social. Un negocio, nada más.


—Como no supe nada de ti en las últimas semanas, tuve que convencer a papá de que me dejara venir a buscarte —comentó en un extraño inglés la parisina—. Estaba tan preocupada, bebé.

—No era necesario —repitió Draco por milésima vez en lo que iba de la comida. Estaba tan harto que azotó su vaso luego de beber todo el contenido. Un jugo de calabaza no era suficiente, necesitaba algo de alcohol quemando su garganta. Estaba convencido de que Granger sentía por él las mismas cosas que él por ella. No importaba lo que dijo antes de ver a Digal, en sus planes no figuraba el dejarla tranquila.


No podría.

Granger se había convertido en su motivo de sonreír cada día. Le había devuelto al Draco Malfoy que en los pasillos de Hogwarts se culpabilizaba por poner sus ojos en una asquerosa sangre sucia. Y entre más crecía su sentimiento, peor trataba a Hermione. Era su forma de enfrentar el dolor, la culpa... Era su forma de estar presente en la vida de alguien que nunca podría tener. Inconscientemente la buscó en Pansy y en todas sus amantes de juventud. Y paulatinamente se olvidó de aquel vergonzoso enamoramiento. Lo enterró tan dentro de sí que era similar a un sueño, no parecía en lo absoluto real, pero lo era. Ahora podía estar seguro.

Su corazón alguna vez había latido gracias a Granger, justo como en este momento.


-¡Pero quería verte! —exclamó su novia en tono caprichoso. Quería hacer berrinche como una niña pequeña a la que su papá le compra todo lo que pide, pero en Draco no causaba efecto. No viniendo de ella.

—Debiste avisarme, ¿acaso crees...?

—Hijo, no seas descortés con las visitas —lo detuvo Narcisa con una sonrisa forzada mirándolo desde su asiento, ubicado justo frente a ambos jóvenes, junto a Ginny—. Digal es tu novia y se puede quedar tanto como desee. Querida, llama a tu padre y dile que cuentas con la hospitalidad de Malfoy Manor.

SEÑOR AMANTE (Lucius Malfoy y Ginny Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora