UN DESCONOCIDO PELIGROSO

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En el capítulo anterior: Lucius asintió y siguió conversando con sus amigos, además ¿acaso no estaba ella enamorada de Potter?


Los ojos de McLair se posaron en la guapa pelirroja que estaba de pie ante Malfoy, ya se habían saludado, pero faltaba iniciar la conquista de la noche. La deseaba y ninguna mujer se le escapaba, si Lucius tenía fama de rompecorazones él con mucha más razón. No había mujer que no hubiese estado en la cama de los dos.

Los celos lo consumían por dentro al verla bailar junto a su poderoso amigo, parecían una pareja de estúpidos adolescentes. Para fortuna de todos la melodía acabó y el rubio llevó a la joven de vuelta hacia el círculo más cercano de respetados magos y brujas.

Su mirada se mantuvo fija en la joven y no dejó de mirarla ni un solo instante, hasta que la vio alejarse de aquel grupo e irse a un lugar solitario. Lo pensó unos cuantos segundos antes de tomar una decisión. Finalmente fue tras ella a paso lento. Ocultos de las miradas del resto era probable que aceptara irse con él.


—Linda velada —comentó al llegar con fingida amabilidad—.

Ginny lo miró con extrañeza, su voz le resultaba familiar. Si tan sólo pudiese recordar de dónde.

—¡Qué poco caballero! —Sonrió para sí mismo al percatarse de los gestos contrarios—.  ¿Dónde han quedado mis modales? Albert McLair, un placer.

—Ginevra Weasley —respondió la joven en tono suave recordando de dónde conocía aquella voz. Era el hombre con el habló a través del comunicador cuando Lucius estuvo de viaje. Le había causado tanto miedo que cortó la llamada de inmediato, sin importarle que el mago continuara hablando.

—Supongo que ha venido con Lucius, ¿cierto?

—Cierto. Supone bien, señor McLair.

—Dejémoslo en Albert, por favor. Y permítame decirle lo guapa que es, señorita Weasley. De verdad, no me equivoqué al decirle que su voz debía ser tan hermosa como usted.


Ginny no respondió. Le daba igual que ese hombre estuviera a su lado ni siquiera le había mirado. Sus ojos sólo veían a un rubio que también se había separado del grupo de magos y brujas y había salido al jardín seguido muy de cerca por la madre de Pansy.

Para Albert aquello no pasó desapercibido. Conocía a Lucius y supuso que ya había llevado a aquella joven a la cama, pero como a todas, la había botado al segundo o tercer acostón.


—¿Le ha molestado? —Preguntó y esta vez la pelirroja sí le miró. Era un hombre alto y gallardo como su rubio, pero con el cabello azabache de Harry, corto con algunas canas que ya reflejaban sus años—. Me refiero a... su jefe. Parece que la ha molestado.

—No —respondió Ginny con humildad. Anteriormente le habría contestado con altanería y se habría alejado de inmediato, pero ver a Lucius con Margaret le rompió el corazón, la dejó sin defensas.

—Lucius es así —comentó fingiéndose desinteresado—. Tiene mil mujeres, se acuesta con algunas y luego las bota como basura.

—No sé qué le hace pensar que eso me interesa, señor McLair.

—Albert, por favor —repitió al tiempo que sonría de forma seductora—. Sólo Albert.

—Bien... Albert. No me interesa nada que tenga que ver con el señor Malfoy.

—¿Ah, no? Lo lamento, pero usted es muy linda y el señor Malfoy tan poderoso y... ¿cómo decirlo? Amante conocedor de la belleza femenina, que llegué a pensar que-...

SEÑOR AMANTE (Lucius Malfoy y Ginny Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora