El destino no existe

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Narra Tae

Nunca pensé en las palabras que Katia me había dicho, nunca imaginé que ser un demonio era algo atroz o algo de lo que arrepentirse, solo tras abrir mis ojos y desear el alma de Jimin lo supe, de hecho entendí los actos de Jungkook.

Había herido su cuello para que reconociera fácilmente que él era humano o al menos parte humano y aunque Suga lo había protegido, mi sed era mucho mayor de la que podía imgianrme, deseaba alimentarme, tomar su alma sin ningún tipo de remordimiento.

- Tae. - la voz de Katia, me distrajo por un segundo de aquello.

Como si el hambre hubiera cesado, pero aquella sensación solo duro unos segundos, perdí el control de mi mismo. Estaba a merced de aquel instinto natural, pero a la vez grotresco, ya no era humano. Era una bestia dispuesto a matar por saciar aquello que mi cuerpo me pedía a gritos, un alma.

- Voy a protegerte. - Katia me acercó a ella, podía escuchar su corazón a miles de kilómetros, palpitaba con fuerza, pero estaba seguro de que no era por mí.

- Toma mi alma. - me arrastró hasta ella y hundió sus labios en los míos, aquellos labios que tanto había soñado tocar, estaban siendo presionados por los míos y aunque rápidamente pude notar que aquel beso no era un beso real, sino como si una madre diera de comer a su polluelo.

Mi imaginación, mi deseo de besarla y de tenerla, no como amiga, sino como algo más, salió a flote. Deseaba tanto aquello, que dejé que mi cuerpo tomará el control de ello, que mis labios se movieran junto a los suyos, que mi lengua entrará en contacto con las suya, tras introducirla en el interior de su boca.

- Ya es suficiente. ¿Qué es lo que haces delante de tu padre? - Suga la separó de mí.

Mis ojos se clavaron en ella, en sus labios aún rojizos por mi beso, por el roce de mis labios, pero aún así no pude prestar atención a lo que hablaban, estaba inmerso en mis pensamientos, en que el hambre que me estaba haciendo actuar sin razón, se había esfumado. Ya no estaba a merced de mi instinto y de mi naturaleza, volvía a ser yo.

- ¿Crees que soy idiota? Sabes hasta como crear demonios y no, que no hace falta besarse. -  Suga le estaba recriminando aquel acto, y aunque no entendía porqué le molestaba, solo pude guardar silencio.

- Vale, vale lo sabía. 

- ¿Lo sabías? - aquello me tomó por sorpresa.

Sabía que no hacía falta besarme, pero lo había hecho, había decidido posar sus labios en mi, dejarme imaginar que tal vez y solo tal vez eran correspondidos, que hiciera semejante cosa delante de su padre y del mío. Aunque lo realmente extraño era que me dejara hacer aquello delante de la persona que decía que era su destino.

- Si, lo sabía. - Sus ojos se dirigieron a mí, sin embargo yo no pude mediar ni una sola palabra tras verlos. Se acercó a mi y después posó su mano en mi rostro.

- ¿Acaso estoy soñando? - pronuncié sin pensarlo a lo que ella sonrió.

- Ahora lo sé, el destino no existe. - aquellas palabras sonaron como una confesión, como si me diera el visto bueno para poder seguir amandola y a la vez para decir esta bien que me ames

Hija del cielo y del infierno (tercera parte de enamorada del diablo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora