44- Dolor

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Samuel caminaba cansado y enojado por la calle que lo llevaba a la casa de Carla, justo media calle más atrás se le había reventado la rueda a su bicicleta.
Era una calle solitaria con mansiones a los lados, en donde con suerte pasaba un coche cada cierto rato.

Había pensado en devolverse, pero ya estaba tan cerca de su objetivo que hacerlo le resultaba más frustrante aún, además sus ganas de ver a Carla eran mayores, especialmente luego que ella le hubiera confirmado que no iría a su casa porque no se sentía bien. Había estado tan extraña que no quería dejar pasar más tiempo, necesitaba conversar con ella y de paso cuidarla.

Caminaba con la capucha puesta y su bicicleta al lado cuando las luces de un coche lo iluminaron. Se ubicó a una orilla para no ser pasado a llevar por la velocidad a la que manejaban por ahí. El coche pasó veloz sin detenerse, aliviando a Samuel de inmediato.

Unos pasos más allá otro coche a su espalda lo hizo volver a caminar por el césped, sin embargo el vehículo se detuvo un poco más adelante de él, como si lo estuviera esperando.

Samuel dudó en avanzar, pero no veía movimiento o algo más sospechoso aparte de que estuviera detenido. Trató de serenarse y no ser paranoico y siguió avanzando a un paso más rápido. Cuando pasó por al lado del coche, la ventanilla del piloto comenzó a bajar.

-¿Necesitas ayuda?- preguntó el conductor.

Samuel quiso negarse amablemente cuando el rostro de quien estaba al volante lo dejó con la palabra en la boca.

Teo endureció el semblante, ya que también reconoció a quien le había ofrecido ayuda.

-Chaval ¿A dónde vas a esta hora?- le cuestionó mirando su reloj.

Samuel no supo que decirle. La excusa de algún trabajo era muy descabellada por la hora en la que estaban.

-Andaba por la zona y se averió la bicicleta- mencionó señalando la rueda desinflada.

El padre de Carla lo miró de arriba abajo, inspeccionó la bicicleta, pero sobretodo se fijó la dirección en la que iba.

-¿Supongo que vas a tu casa?- le preguntó con ironía, ya que sabía exactamente que la dirección que debía tomar era todo lo contrario.

Samuel prefirió no contestar y lo miró sin temor.

-Sube, te llevo- le indicó Teo casi como una orden.

-No, gracias, puedo caminar- se excusó, dando unos pasos hacia adelante.

No podía negar que estaba complicado, por un lado su idea de ver a Carla ya se había ido a la basura y el tener al padre de ella al lado no lo hacía mejor.

-Carga la bicicleta en el maletero, así aprovechamos de conversar tú y yo...de hombre a hombre- siguió diciendo Teo que avanzó lentamente para seguirle el paso al joven.

Samuel se detuvo y lo volvió a enfrentar.

-¿Qué quiere hablar conmigo?- le preguntó serio.

-¿Crees que no tenemos nada de qué hablar?- se burló Teo ante el desplante de Samuel.

El becado comprendió que no tenía opción de seguir negándose. Suspiró derrotado y tomó la bicicleta para acomodarla lo mejor que pudo en la parte trasera del coche.

Cuando se acercó a la puerta del copiloto no pudo evitar pensar qué tal vez se estaba subiendo a su último viaje. Se imaginó los escenarios más macabros y espeluznantes, donde su cuerpo jamás era encontrado.

Trató de borrar esos pensamientos moviendo la cabeza de un lado al otro y se sentó al lado de Teo, que puso en marcha nuevamente el vehículo y giró para cambiar de dirección.

Nunca me has tenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora