Nunca me has tenido

78- Donde todo termina

Polo y Carla estaban frente a frente, nada parecía sacarlos del transe en que estaban, sus miradas cruzadas estaban detenidas en el tiempo, parecía que no pestañeaban, que no respiraban, solo se estaban mirando el uno al otro, en silencio, en pausa.

Estaban perdidos retrocediendo en el tiempo. Se recordaban de niños, cuando se conocieron por primera vez en los pasillos de la primaria de Las Encinas, él fue el primero en enamorarse de ella, cuando aún eran unos críos que jugaban con pelotas y muñecas. Le había fascinado su cabello rubio que brillaba al sol como si fuera de oro, le había gustado su sonrisa profunda y delicada, que no siempre dejaba ver, pero que cuando lo hacia parecía que a él se le abría el mundo. Sus ojos verdes le recordaban el bosque y esas pequeñas pecas en la nariz se le hacían de lo más adorable, las había contado tantas veces que sabía cuantas tenía y dónde.

A Carla no le había llamando la atención cuando se conocieron, era uno más, un chico tímido, siempre atrás de Guzmán y Ander, tartamudeando de vez en cuando, especialmente cuando le tenía que hablar a ella. Pero Polo había sido ese amigo que siempre estaba ahí para ayudarla y acompañarla cuando estaba sola y triste, aunque ella no lo demostrara ni se lo pidiera, especialmente cuando sus padres no asistían a alguna actividad del colegio o se iban por varios días de viajes dejándola al cuidado de las niñeras.

Polo nunca supo en qué momento ella empezó a verlo con otros ojos. De pequeño siempre había pensado que Carla se fijaría en Guzmán, podía hasta haberlo apostado, debido a la amistad de la rubia con Marina y la de sus padres, siempre estaban juntos y sobre todo discutían la mayoría del tiempo. Pero cuando cumplieron doce jugando a la botella, les tocó darse un beso y cuando ella estuvo dispuesta a dárselo, su vida cambió para siempre.

Después de eso se esmeró por conquistarla, la llenó de atenciones y regalos y a las dos semanas estaban de novios. Cuando ella cumplió catorce perdieron su virginidad juntos, o eso quizo creer él. Sus padres aprobaron la relación desde el comienzo y eso les permitió que pudieran compartir vacaciones, pasarán las fiestas y ocasiones especiales juntos, pero no fue suficiente o tal vez fue demasiado. La relación cayó en una rutina que los terminó agotando, ella acabó aburrida, y cuando él estuvo dispuesto a jugar y meter a un tercero, fue cuando donde todo comenzó a acabar y sin retorno.

Muy en el fondo él sabía que ella nunca lo había querido de la misma forma en que él lo hacia. Ese amor que en él creció hasta convertirse en algo enfermizo, en ella se fue diluyendo como agua entre los dedos.

Polo había sido capaz de todo para retenerla a su lado, pero ya estaban demasiado distanciados, y él a pesar del amor que seguía sintiendo, también tenía mucha rabia hacia ella. Era como un fuego que no lo dejaba pensar, y aunque en ese momento estaba latente, lo trataba de mantener oculto lo mejor posible, porque no quería que todo acabara así, no sin antes hablar y preguntar, obteniendo lo que tanto necesitaba para poder soltar y dejar ir, debía obtener respuestas.

La volvió a mirar de pies a cabeza y se dió cuenta cuanto había cambiado en ese ultimo año, ya no era esa niña que conoció, o la que le dio su primer beso, o la que había sido su novia. Veía a otra Carla, muy distinta, más grande, pero también más expresiva, menos fría y sobre todo más humana.

-¿Alguien sabe que estás aquí....conmigo?- se atrevió a preguntar Polo.

Carla ante esa pregunta sufrió un nuevo escalofrío que la recorrió desde la nuca hasta los pies. Intentó no mostrarse preocupada, pero la imagen de ambos en el bosque la volvió a afectar.

-No quiero hacerte daño...- murmuró él percibiendo lo que aquella pregunta había ocasionado en ella.

-Querías hablar conmigo... aquí estoy, sola- le aclaró Carla con voz más dura de la que esperaba que le saliera, ya que lo que menos quería en ese momento era alterarlo o comenzar una discusión.