Capítulo 5

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Si en ese preciso momento que la vio aparecer por la habitación, alguien le hubiese pedido: descifra el rostro de tu amiga, Paty definitivamente hubiera renunciado a hacerlo ya que le parecía indescriptible, lo mismo que su actitud.

Yéndose a parar en frente del vestido que yacía extendido sobre la cama, Candy perdió su mirada. Luego de admirarlo minuciosamente se sentó muy cerca de él y le acarició lentamente escapándosele un suspiro profundo y nostálgico.

Paty, —quien la observaba detenidamente—, a ella se dirigió queriendo rápidas respuestas a las mil preguntas que rondaban en su cabeza.

¿Quién era Albert? O, por lo menos, ¿qué hubo significado en su vida?

Paty de sobra lo sabía; así que, si por belleza masculina su amiga se sentía confundida, aunque Albert también era muy guapo, ella seguía opinando que Terre sería su mejor elección. Sin embargo, eso decía ella no sabiendo lo que Candy deseaba hasta que finalmente la cuestionara:

— ¿Qué estás pensando hacer? ¿renunciarás o te casarás?

En el instante que Paty amiga abrió la boca, Candy inmediatamente posó su mirada en ella, y poniéndose de pie respondía con resolución:

— Mientras Terre no venga a decir lo contrario, yo estaré lista para él.

Con suma exageración, la dama de honor celebraba su actitud:

— ¡Has elegido lo mejor!

— Sí; además, Albert es parte del pasado y yo quiero empezar a vivir del presente y del futuro.

— Así es como se habla, amiga —; se abrazó a la novia, a la cual se indicaba: — Entonces, no perdamos más el tiempo y... ¡a la ducha!

Y en lo que Candy y Paty retomaban tal cual se había programado el día, Terre no disimulaba su gozo ante el gesto compungido de su amigo al que se le decía:

— No te lo esperabas, ¿verdad?

— De ti lo espero absolutamente ¡todo!

— Tal parece que me conoces bien.

— Y porque sé que eres capaz, escucha esto... no te atrevas a lastimarla porque te pesará, Terrence.

— De su padre lo puedo entender, pero... ¿eres tú quién me amenaza? ¿Tú, el que menos se acordaba de ella?

— ¡Yo nunca la olvidé!

— No, claro que no; solamente la abandonaste a su mísera suerte; y ahora quieres "vestirte" de héroe para ser su protector, ¡ese! que no recurrió a ella cuando junto a su familia y otros, naufragó precisamente en una embarcación de muchas que llevan tu apellido. Irónico, ¿no?

— No sé si lo sea, pero ten presente que...

— ¡Suficiente! — Terre hubo alzado la voz. — Porque tus estúpidas y absurdas amenazas me están causando sueño y debo estar listo porque ¡MI NOVIA! — lo recalcó con posesión, — me espera para casarnos. Así que, si quieres venir, sigues siendo mi invitado, y si no te presentas... ¡ten por seguro que me dará igual verte ahí!

Previamente a emprender el camino hacia la puerta que se le indicaba, Albert volvía a escupir:

— No eches en saco roto mi advertencia, Terrence.

Éste, para detenerlo, levantó un brazo; y su mano la puso en el pecho de Albert para decir:

— Yo también tengo una para ti —. Los dos hombres se miraron de frente y desafiantemente. — No te acerques a ella para llenarle la cabeza de ideas erróneas referentes a mí.

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