Capítulo 17 parte "b"

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Si Eleanor replicó o no, Terre llanamente la ignoró y alcanzó a tomar la mano de su esposa.

Ésta, agarrando rápidamente su abrigo y bolso olvidados, se dispuso a irse con él, dejando a una madre, ahora sí, estática y pasmada a lado de Karen que, aunque no celebraba lo presenciado, aplaudía el que Terre defendiera a su esposa de las garras de la loca de su prima, misma que, habiéndolos visto partir, miró a su acompañante, y sin decirle absolutamente nada, se marchó habitación arriba donde en lugar de llorar... aceleraría un nuevo ataque.

Yendo con Susana, a ésta Eleanor pidió comunicarse con Albert, quien debido a su presidiaria condición no les contestó, pero sí su abogado, el cual se reportó con ellas para pedirles su ayuda y mucho dinero para que el detenido pudiera salir de la cárcel a la que Candy lo había condenado, o si no...

En lo que Eleanor pensaba cómo salir bien librada del chantaje que estaban siendo víctimas, el recién matrimonio ya había emprendido su viaje.

El gesto frío, duro y molesto de un esposo hizo a la esposa hacer el menor de los comentarios; ni aún cuando, no habiendo recorrido ni diez millas, abruptamente detuvo el vehículo en uno de tantos paraderos boscosos donde Terre se bajó con deseos de gritar su enojo.

Percibiéndolo, Candy no lo pensó más; y también descendió para ir con él quien se recargaba en el cofre del auto.

Retorciendo sus manos, la mujer no sabía qué hacer. Abrazarlo, como la vez anterior, era lo que por dentro estaba deseando, pero impulsada por sí misma y sin su autorización, no estaba del todo segura de hacerlo debido a que desconocía cómo lo tomaría, ya que ella también odiaba ser consolada y mayormente frente a un problema tan serio como el apenas suscitado; sin embargo...

Sintiendo y notando su cercana presencia, con desesperanza, Terre se talló el rostro para hacer desaparecer su ira en él. Luego de masajeado su cabello, la miró de frente; y al verla severamente preocupada, le dedicó una media sonrisa, la que bastó para que ella, además de decirle:

— Siento mucho lo que ha pasado —, se echó rápidamente a los brazos que le extendieron y besó apretadamente su tensa mejilla, quedándose así hasta que él se fue tranquilizando.

Pasados unos minutos:

— ¿Estás mucho mejor? — Candy preguntó después de escucharlo respirar hondamente.

— Sí — él besó su frente. — Gracias.

— Lo siento —; ella, mirándolo a los ojos y acariciando su rostro, decía: — De verdad, lo siento mucho.

En cambio, Terre honestamente contestaba:

— Yo no.

Candy, no por miedo, no lo contrarió ni tampoco empleó palabras de defensa a favor de nadie ni aún porque se trataba de una madre, la cual acababa de discutir feamente con un hijo quien invitaba a su mujer:

— ¿Nos vamos a casa?

Ella asintió positivamente con la cabeza, y abrazada fue llevada hasta la portezuela derecha para ocupar su asiento en el interior del auto.

Viéndolo sentado a su lado, Candy le sonrió; y para hacer ameno el camino que retomaron, consiguientemente de haber pedido su permiso, encendió el estéreo para escuchar un poco de música que los hizo olvidar muy pronto el amargo momento, además de que ella no perdería el tiempo en estarlo consintiendo.

— ¡Se lo merecía! — se decía a sí misma.

Por lo mismo, aprovechando que estaban cerca de la ciudad y se divisó un súper mercado, a Terre, Candy solicitó se detuviera en el establecimiento para hacer algunas compras y prepararle algo de comer en cuanto estuvieron en casa.

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