Capítulo 25 parte "a"

802 124 41
                                    

A través del monitor de su computador, Richard, además de haber escuchado la drástica sentencia de Candy, observaba las facciones de Terre.

Éste, estupefacto, seguía con la mirada la figura molesta de su esposa quien, debido a su inexplicable malestar, buscó camino hacia la recámara, lugar donde nunca arribaría porque...

Al dejar de ver la imagen de su hijo, Richard también desapareció comprendiendo que Terre había ido detrás de su mujer; fémina que para hacerla detener, del brazo la tomaron para girarla y demandarle con cierto tono enojado:

— ¡¿Qué diablos pasa contigo?!

La rudeza, la voz y la imponente presencia frente a ella consiguieron que Candy ahora vulnerable comenzara a llorar, haciendo que él, en un tono más calmado, de nuevo le preguntara:

— Candy, ¿qué sucede?

En el pecho masculino, ella se fue apoyar, no entendiendo él esos cambios tan rebuscados por parte de su mujer, a la cual se le hacía difícil explicar el motivo de sus humores hasta que él indiscretamente indagaba:

— ¿Estás en... tus días de...?

Candy llorosa lo miró y asintió con la cabeza.

Entendiéndolo, Terre sonrió, la abrazó, pero también la regañaría:

— ¿Y qué tan difícil era comentarlo?

— Es que...

— ¿No hay suficiente confianza?

— No es eso sino que...

Él levantó el rostro vecino, porque difícilmente podía escucharla decir:

— Son cosas de mujeres.

— Indudablemente, pero... no me molestaría saber lo que te incomoda para que yo pueda comprender estos tus comportamientos inexplicables y no me ponga en el mismo plan molesto que tú.

— Lo siento.

— Yo también, pero...

— Vas a ayudarles, ¿verdad? — Candy hubo indagado.

— ¡Por supuesto que no! — espetó él, y ella...

— ¿Ni porque te lo pida tu padre?

Terre, al acordarse de que lo había dejado, miró fugazmente en dirección al despacho, y posteriormente a ella aseveraba:

— Ni porque me lo pidieras tú.

Percibiendo la seriedad en sus palabras y mirada, Candy ya no hizo comentario alguno a ese respecto, sino solicitaría:

— ¿Podemos ir a desayunar?

— Sí – contestó él.

Abandonando todo como estaba, Terre, de la mano la sujetó y ambos buscaron la salida.

Sin embargo, la pareja pasaría poco tiempo en la calle ya que ella, aunque no fuerte, empezó a sentir un dolor en la cadera.

La fémina, sabiendo que su ciclo ya estaba en la puerta, pidió a su compañero regresarse a casa.

Allá, la llevaron hasta la recámara, donde a lo largo del día y sobre la cama, recibió mucha atención por parte de él, las mismas que continuarían en los siguientes días, hasta que...

Candy preocupada, —porque según a su historial médico—, esa molestia que seguía prendida de su cadera, ya no era normal en ella, además, el estar notando únicamente ligeros sangrados.

Por consiguiente, aguantándose la pena, la mujer recurrió a su marido, quien de inmediato se puso a localizar a un experto en la materia.

La ginecóloga que por teléfono se consultó, a él hubo cuestionado; y enterada que la paciente había y seguía estando en cama, así mismo sugirieron, que se quedara hasta que la médico personalmente los visitara para que Candy, a solas, pudiera explicar de sus dolores y síntomas.

Unidos por InterésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora