Capítulo 18 parte "a"

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La facción del rostro de Candy y el brillo en su mirada, fueron motivos de gran consternación para Terre, el cual al sentir la mano de ella sobre su hombro, apretárselo y afirmársele que todo estaba bien, él, después de reasegurarse, a esposa y padre invitó a cenar; pero al excusar uno cansancio y la otra no estar plenamente apetente, se dirigieron directamente a casa donde sí, tazas de café y té se sirvieron para acompañar una muy amena plática de tres, en que quisieron saber un poco más de una especialmente.

Complacidos y comprendiendo lo mucho que tenían qué contarse padre e hijo, con la excusa de querer escribirle una carta al suyo, Candy se disculpó porque a su habitación quiso ir.

Habiéndosele deseado buenas noches y anunciado darle pronto alcance, ella devolviendo sus atenciones con una amplia sonrisa, emprendió camino hacia arriba, donde al arribar a su recámara se encerró evitando el pensar; ¡cosa que le resultaría imposible! ya que, desde el momento que se enteró de los planes de Richard, Candy se estaba sintiendo la principal culpable de ese divorcio, además del enfrentamiento de Terre con su madre. Sin embargo, sola y de momentos, la mujer se daba ánimos, pero luego, todavía sola, se le bajaba la moral hasta los suelos, haciéndole empeorar su crítica situación.

Así, fueron pasándose los minutos hasta que finalmente el sueño comenzó a hacer mella en ella, quien entendiendo que su esposo no tenía intenciones de subir, cambió sus casuales ropas por pijamas para meterse en la cama e intentar dormir.

La comodidad de su cálido lecho consiguió que a ella pronto le venciera el cansancio, no dándose cuenta cuando Terre, ya avanzada la madrugada, se unió a ella.

. . .

El simple hecho de estarla viendo dormir le resultaba excitante. La serenidad en su rostro, lo hacía admirar de mejor manera: lo largo y tupido de sus rizadas pestañas, también el espesor de sus delineadas cejas, adorándole la respingues de su pequeña nariz, pero cada vez mayormente enamorado de la forma corazonada de su boca la cual se le antojó besar.

Sin importarle despertarla, él se dio su gusto y apenas sobre la comisura de aquellos labios posó los suyos alcanzando a oír su nombre:

— Terre.

Candy, entre sueños, musitó; y sin abrir los ojos, se removió hacia él el cual acostado a su lado, obviamente incoherente preguntaba en un susurro:

— ¿Duermes?

La voz de él la hizo abrir momentáneamente los ojos; pero al tenerlos nuevamente cerrados, ella contestaba:

— Creo que lo hacía, sí —, la mujer se estiró un poco cuestionándole: — ¿Sabes la hora?

— Son apenas las tres de la mañana.

— Todavía es muy temprano — se quejó la floja.

Aprovechando que lo tenía a centímetros de distancia, Candy los acortó para usar el musculoso brazo como almohada y acurrucarse en un pecho. No obstante, y porque aún en la semi oscuridad sentía su penetrante mirada en ella, de nuevo ella cuestionaba:

— ¿Qué pasa?

Acariciando lentamente desde un mano, brazo, hombro, y quedando su mano en la mejilla izquierda de ella, Terre quiso saber:

— ¿Estás bien?

Candy abrió los ojos para mirarle fijamente. Poniendo también, su mano sobre su mejilla, inquiría:

— ¿Tú lo estás?

Un hondo suspiro primero se escuchó. Luego, él decía:

— No, pero lo estaré.

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