Capítulo 23 parte "b"

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Michelle los vio perderse por las destruidas escaleras; después cerró la puerta de su casa sin imaginar que peldaños abajo, justo uno se quebraba cuando Candy intentó descender por su propia cuenta.

Atrapada por la mano de él, ella pudo sobarse el tobillo arañado y responder a:

— ¿Estás bien?

— Sí, lo estoy — sonó molesta la contestación y ella continuó bajando. Pero al llegar afuera, lo cuestionaba: — ¿por qué me trajiste aquí?

Terre no contestó sino hasta después de que hubo pagado "el cuidado" de su auto y ayudado a subirse:

— ¿Te ha molestado?

— Tal vez no, si me hubieses avisado que vendríamos.

— Lo siento — dijo él y sobre su asiento se giró un poco para mirarle seria y explicarle: — Candy, mis intenciones no son otras más que el darte las armas necesarias para que en un determinado momento, sepas defenderte del Albert al cual no conoces, en caso de que yo no esté presente.

Sin embargo, ella quiso verificación:

— ¿No será que lo que quieres es desprestigiarlo delante de mí?

Los oídos de él no podían creer lo que habían escuchado:

— ¡¿Eso es lo que crees que estoy haciendo?!

Candy indiferente se encogería de hombros para decir:

— Eso me parece.

— ¡Pues no andas tan errada! — Terre alzó la voz, siendo duro y sarcástico al confesar: — ¡porque lo que verdaderamente quiero es que te desilusiones de Albert por si el día de mañana decides regresar con él, así sepas de una vez la vida que te esperará a su lado o... ¿piensas que puedes cambiarlo y hacerlo volver a su padre al que le dirá: heme aquí para tomar mis obligaciones y sacar adelante lo que me pertenece ahora que tengo a mi lado a la mujer que amo y que todos los demás se vayan mucho al carajo inclusive mis hijos a los que nunca les hice caso?

— Si Michelle también lo asegura... lo que Albert necesita es ayuda.

— ¿Y tú estás dispuesta a ofrecérsela?

— ¡Tampoco exageres! porque de antemano sé que tú no me lo permitirías.

— ¡¿Por qué no te animas a preguntármelo?! ¡Que yo sepa no soy tan cerrado y puede que llegue a comprender lo que realmente quieres!

— ¡Y aquí vamos otra vez con el marido celoso!

— ¿Lo estás tú de Michelle?

— ¡Por supuesto que no!

— A mí me parece que sí.

— ¡Está bien! — dijo Candy enojada. — ¡Lo acepto! ¡Estoy muy celosa de ella, pero no precisamente por Albert!

— ¿Entonces?

— ¡Qué pretencioso eres, porque bien sabes que son por ti! ¡Sólo te advierto, Terre, no creo soportar que me presentes a otra mujer y mucho menos como la de esta noche! — que le pareció demasiado hermosa y exageradamente buena y abnegada de la que se definía:

— Michelle ha sido simplemente una amiga.

— ¡Sí, claro y yo soy...!

Terre cerró la boca de ella con sus labios que se movieron para decir:

— Tú eres la que mi ser está amando.

— ¡Sí, pero...! — ella chillaba infantilmente, — ¡¿por qué tus amigas no son para nada feas?!

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