Capítulo 13 parte "b"

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Consiguientemente de haber escuchado y tomado nota, Susana se despidió de Albert y se levantó para ir adonde Eleanor estaba, ocupando su asiento dentro de un elegante gazebo instalado en el jardín y siendo acompañada de Karen conforme bebían té.

Frente al saludo lambiscón entre madre e hija, la tía que se ignoró su presencia, ofrecía:

— ¿Quieres un poco de fruta?

— No — con indiferencia se le había contestado a la anfitriona; pero mirando a Eleanor, a esta cariñosa, se le planteaba: — ¿por qué tú y yo no aprovechamos la mañana para salir de compras y visitar la ciudad?

Karen, obviamente excluida e ignota de la verdadera razón de la invitación, apoyaría la idea:

— Te caerá bien caminar, Eleanor.

— No lo sé. Todavía siento esta parte de la cabeza —, la derecha se tocó, — algo entumida por el dolor de ayer.

— Es sólo el estrés. Distraerte te aliviará por completo.

— ¡Sí, mamá, vamos! Tal vez y con suerte —, ahora sí se le miraba: — tía Karen pueda decirnos dónde vive Terre para visitarle.

— ¿Lo harías, Karen? — Eleanor había inquirido; más la involucrada:

— Lo siento. Desconozco el nuevo domicilio de mi sobrino.

— ¡Qué muchacho! Siempre tan desconfiado y envidioso de sus cosas — expresó la madre que nunca hubo sido partícipe de lo qué hacía o dejaba de hacer su unigénito; no obstante, la tía que siempre estuvo y estaba al tanto de él, lo defendería:

— Lo juzgas mal, Eleanor. Terre lo hace porque le gusta su privacidad y que se la respeten. Así que...

— ¡Está bien! — Susana grosera, no la dejó terminar; y a su segunda madre regresaba: — Si no quiere que sepamos dónde vive, lo dejaremos así; pero entonces, ¿nosotras sí podemos ir?

Eleanor acariciando un suave rostro, decía a la dueña de ello, una vez más:

— Por verte sonriente y feliz, aunque vaya muriéndome siempre te complaceré. Está bien. Vayamos a la ciudad —, y Eleonor sí invitaba a la prima: — ¿Vienes con nosotras, Karen?

Ésta miró a Susana quien desvió su mirada escuchando:

— No, vayan ustedes. Hoy tengo clase de equitación.

— Bueno, entonces nos vamos a cambiar y nos vemos más tarde.

— ¡Claro, y diviértanse!

Yendo a la par y solas, la madre escuchó la real emergencia de su hija por salir; y el rostro de Eleanor se tornó rojo debido al enojo que le embargó; pero Susana pidió mucha serenidad hasta que no estuvieran de frente a Albert para que éste les contare su parte de verdad.

. . .

¿O estaba alucinando o sus ojos no la engañaban? Pero Terre, después de avisársele que ya estaban listas, habiendo salido de su despacho y dirigido adonde Candy, además de desearse —buenos días— un beso en los labios se habían dado.

Emocionada de haber presenciado aquella caricia, Annie llena de preguntas que no obtendrían prontas respuestas, rápidamente disimuló no haberlos visto y en silencio se dispuso a salir seguida de ellos, los cuales seguidamente de asegurar su hogar, se tomaron de la mano y así caminaron hasta el elevador, descendieron y llegaron al restaurante del mismo edificio donde se soltaron, al indicárseles la mesa a ocupar para disfrutar de sus sagrados alimentos.

Debido a que Candy no hubo probado nada la noche anterior se le obligó a desayunar. Sin embargo, ella no lo haría sola; por ende, él, —no estando acostumbrado a hacerlo tan temprano—, tuvo que acompañarla.

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