Capítulo 13 parte "a"

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Eran alrededor de las 8 de la mañana, cuando sus vivases ojos se abrieron para disfrutar el nuevo día en ese apartamento y de Nueva York.

Estirando descuidadamente piernas y brazos, su mano fue a chocarse con el cuerpo que yacía a su lado.

Sonriente, esa persona se acercó para dejar sobre la cálida mejilla de la linda durmiente un beso y desearle quedamente los cotidianos y acostumbrados:

— Buenos días.

Procurando hacer el menor de los movimientos, se fue abandonando el cómodo lecho. Ya habiendo alcanzado el suelo, se buscó el calzado y una bata que reposaba en el sillón más próximo. Después de vestirse con ella, se dirigieron a la puerta. Y caminaba por el corredor cuando se topó con el siempre presentable vecino que salía de la habitación contigua y que con serenidad y cortesía, saludaba:

— Buen día, Annie.

— Hola, Terre. ¿Cómo estás hoy?

— Muy bien. Gracias. ¿Y tú?

— Con mucha sed.

— Entonces te acompaño. Yo también deseo beber algo.

— ¿Has dormido bien? — por alguna razón, la chica hubo preguntado.

— ¡Claro! — respondió él dedicándole una sonrisa.

Seguido uno de otro descendieron hacia la planta baja.

De ahí, se encaminaron a la cocina donde, ella, del refrigerador tomó y se sirvió jugo de naranja, mientras que él se dispuso a prepararse un té caliente.

Pero Annie, sosteniendo su vaso, se dirigió a la sala para encender, con anticipada autorización del dueño, el televisor; quedándose Terre hasta que su bebida estuvo lista.

Llevándola también consigo, él, al alcanzar a su joven cuñada miró un poco de lo que ella atentamente observaba: lo normal a su edad en el clásico canal de Disney.

Habiendo reído de una bobada, y aprovechando que el show era interrumpido para patrocinar los debidos comerciales, Terre pedía:

— ¿Por qué no vienes un momento a mi despacho? Necesito hablar contigo.

Gracias a que su mano sostenía el control remoto, Annie, para acatar la orden de su cuñado, apagó el televisor y le siguió hasta la oficina, donde le indicaron ocupar el asiento frente a él.

Éste, después de dejar su taza sobre el escritorio, comenzó a decirle con cuestión:

— ¿Has hablado con Candy con respecto a la escuela?

Con la cabeza, la chica acompañó su pronunciado:

— Sí.

— ¿Y qué piensas?

Terre, desde su lugar, captaba las variantes expresiones de Annie conforme le contestaba:

— Que aunque no quiero separarme de ella, sé que debo asistir por mi propio bien.

— Entonces, ¿no habrá objeción de tu parte si hoy mismo te llevo a visitar el colegio?

La muchachita tragó saliva ante la rapidez de la propuesta; luego cuestionaría:

— ¿Qué peligro hay de quedarme desde este día?

Terre sonrió de lo temible que parecía su proposición; por ende, con tranquilidad, aclaraba:

— Ninguno, porque sólo lo visitaremos. Pero de gustarte el lugar, es obligatorio hacer un recorrido. La institución lo requiere así con la finalidad de que el nuevo alumnado conozca a la perfección sus instalaciones, los talleres principales y las reglas que lo establecen.

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