Satisfechas, contentas e instruidas, tres horas más tarde y sin problema alguno, por el elevador número 2 las hermanas regresaron al apartamento, llevando en mente que para bajar la próxima vez utilizarían el 4.
Pero para relajarse, las jóvenes, después de asearse, se pusieron a ver televisión y luego a dormir habiéndose olvidado por un rato de todo lo acontecido en el día.
. . .
Por su parte, pasaba de la medianoche cuando Terre regresó. Y el orden y el silencio que rondaba en el área parecía que nadie había ahí.
Un leve y traicionero sobresalto se adueñó de él quien para asegurarse de lo que pensó, subió a la parte de arriba, y en la primera recámara visitada encontró a nadie. Sin mostrarse alarmado, fue a la segunda pieza, con la cual, al encender su luz, pudo respirar tranquilo al hallarlas plena y profundamente dormidas.
Él, sigiloso, a la cama se acercó; y verlas tan juntas abrazando una protectoramente a la otra, le conmovió. Posteriormente, tomó la sábana para cubrir el cuerpo semi desnudo de la joven mayor, quien antes y por su supuesto, se había admirado una vez más. Después de desearle precisamente a ella —buena estancia y bonita noche— Terre salió para también irse a descansar, ya que al siguiente día...
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Annie, la primera en abrir los ojos, todavía en sencillas pijamas dejó la recámara para bajar y encender el televisor.
Él, ya vistiendo cómodos jeans y camiseta sport apareció por la sala y la saludó.
Debido al volumen alto, la chica no lo escuchó; entonces, Terre se acercó para tomar del sofá el control remoto y apagar el aparato.
Ese acto, consiguió la mirada de Annie a quien se le preguntaba:
— ¿Y Candy?
— Está arriba todavía.
— Necesito hablar con ella. ¿Me harías el favor de ir a avisarle?
Sin darle contestación, la jovencita obedeció a Terre; y en menos de diez minutos, la solicitada, creída que no había llegado a casa, se presentó frente a él.
Éste, después de desearse mutuamente —Buen día— pidió lo acompañara a la oficina donde Terre llevaba tiempo.
Habiendo ella ingresado, él cerró la puerta invitándole a tomar asiento.
Su gesto serio y fría mirada la hicieron sentirse incómoda; por ende, Candy, para romper el hielo, comentaba:
— Ni con mi padre sentía esta sensación de regaño, ¿acaso hice algo malo?
— No lo sé — él hubo sido y sería rudamente seco; — dímelo tú.
De reacción, Candy se irguió en su asiento para contestar a la defensiva:
— Yo también lo ignoro, así que, si no te molesta me gustaría saber, ¿qué hice?
Terre, primero la miró directamente a los ojos, después diría:
— No soy el tipo de hombre que le gusta escarbar en el pasado de nadie; pero da la casualidad que ahora tú eres mi esposa y...
— ¿Lo soy? — ella quiso averiguarlo; y él, habiéndose medio sentado en el escritorio, de ahí tomó un documento y se lo entregó, diciéndole:
— Es original y oficial.
Candy posteriormente de verificarlo lo quiso devolver, pero Terre:
— Mantén el certificado contigo para que no vuelvas a dudar que lo eres; y por lo tanto, se me da el derecho a saber... ¿por qué no me dijiste que conocías a Albert?
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Unidos por Interés
FanfictionESTA HISTORIA, COMO LAS ENCONTRADAS EN MI PERFIL, SON DE MI TOTAL AUTORÍA. NO DE DOMINIO PÚBLICO. El infortunio quiso llevarla hasta aquellas playas, donde todos la olvidaron y también donde encontrará la salvación. Historia del tipo UNIVERSO ALTERN...