Capítulo 24 parte "b"

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Estando afuera, y llevando en mente la idea de estar más al pendiente de su hermana, Candy hacia la planta baja se condujo, encontrándose a su paso a sus suegros y a Susana, la única que no se despidiera de ella debido a la gran pena de la que se veía poseedora.

Intrigada por saber lo que verdaderamente la tenía así, la joven señora Grandchester llegó adonde Terre y Karen, quienes hablaban precisamente de...

— No había tenido la oportunidad para ofrecerte mis disculpas por lo que hizo Annie — Candy finalmente pudo extender.

— Está bien — contestó Karen; y era amable al advertirle: — pero estás consciente que debo ser bastante estricta con ella respecto a su indisciplina, ¿cierto?

— De todos modos, aunque no me parecieran tus métodos, no creo estar en posición de defenderla o acusarte. Por mí, haz lo que tengas que hacer. Es tu institución; son tus reglas.

Ante la demostrada resignación, la tía inyectaría esperanzas:

— ¡Verás que haremos de ella una señorita de bien!

— Lo sé.

— Bueno, entonces... ¿se quedan o se van?

— Me gustaría llevártela mañana al colegio — fue la respuesta de Candy quien miró a Terre, el cual respondía:

— Por mí no hay problema —, siendo lo mismo por parte de Karen la que deseaba bonita noche.

Viéndola partir, Terre se volvió a Candy para observar lo obvio:

— Creo que nos han dejado solos.

Ella sonrió; y abrazándose de él, le daba "toda la razón":

— Tal parece que sí.

Él estiró su mano para acariciarle el rostro y proponerle:

— ¿Y si lo aprovechamos para escaparnos?

— ¿Adónde? — se quiso saber.

— No lo sé.

Por la cintura él la abrazó; y conforme la atraía hacia él, él compartía su plan:

— Tomemos el auto y veamos hasta donde nos lleva.

— No suena para nada mal la idea, pero...

Ella se colgó del cuello masculino para preguntar:

— ¿Llegaremos a tiempo para llevar a Annie a la escuela?

— Yo digo que sí — dijo él inclinando la cabeza para robar un beso. Luego otro y otro y otro hasta que: — si no me sueltas, nunca nos iremos.

— Tú eres el que me está deteniendo — ella se había apartado para enterarlo.

Después él volvió a pegarse a los labios que se gozaron brevemente porque instantes seguidos, ella los sintió deslizarse por su mejilla y caer en su cuello el cual besaron y mordisquearon, haciéndola reír nerviosamente al comprender el cambio de planes.

. . .

Al arribar a la habitación, un momento había pedido. En lo que ella aparecía de nuevo, mientras se deshacía de los zapatos, él se quitó las prendas que cubrían la parte de arriba de su cuerpo y las colgó en el perchero vecino, lo mismo que el cinturón que liberó.

Descalzo, sus pies disfrutaron de la suavidad de la alfombra que decoraba esa específica área de la habitación por donde caminaba. De pronto, Terre dejó caer su cuerpo hacia el frente, poniendo rápidamente sus manos en el suelo para ejercitar sus músculos con algunos push-ups.

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