Capítulo FINAL parte "b"

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Pasado el trago amargo, la distinguida familia Grandchester con sus refinados invitados se dispusieron a disfrutar la fiesta navideña, aunque Ángel Marie era la atracción principal, y después Karen, quien siempre había sido la primera en recibir los halagos a todo el esmero y empeño de su decorado decembrino.

Todavía convaleciente, Candy ocupaba un lugar especial en el hall donde la gente iba hasta ella para saludarle y felicitarle por la hija tan bellamente chiquita que el creador de todo, le había obsequiado.

Por supuesto, al padre no le quitaban el crédito ya que según las antepasadas ideas de las visitas mayores, su vigoroso y gran esfuerzo había definido el sexo de su bebé.

¡Lógico! sus amigos lo agarraron de barco en el momento que Archie comenzó a aconsejarle:

— Para la otra vez que tú y Candy —, fue vulgar en su ejemplo, — deja que ella lo haga todo y te dé el varón.

Habiéndolo golpeado por su acto irrespetuoso y haciendo muecas a sus sardonias que causaron las carcajadas de algunos que los escucharon, Terre divisó a la puerta. Debajo de su umbral alguien lo saludaba. Era el agente aduanal Tomás Steve quien también le pedía un momento de su atención.

Solicitado un permiso, el co-anfitrión se dirigió allá, encontrándose con la llegada de su amigo Stear quien finalmente se daba el tiempo para conocer en persona a la esposa de Grandchester, la cual habiéndole indicado donde hallarla, fueron con ella; y ésta de inmediato identificó al amigo no habiendo así la necesidad de presentarse.

Así como a él le sonriera, Candy intentó hacerlo con el resto; sin embargo y de momentos se entristecía, porque el capitán George Johnson desafortunadamente no había llegado a tiempo.

No obstante, al notar la presencia del agente, el corazón de Candy empezó a latir con fuerza. Y al observar el rostro de Terre, ella definitivamente comprendió que su padre no se presentaría, siendo la única de las dos hijas que lo lamentara, ya que Annie, jovial, coqueta y mayormente instruida, rápidamente comenzó a relacionarse con chicos, con grandes y con los amigos de Terre quien de antemano les había advertido tener mucho cuidado con ella porque era menor a pesar de que la chica cada día se veía de mayor edad y se desenvolvía felizmente en ese ambiente de alta sociedad al que se esforzaría por pertenecer siempre.

Por supuesto, esas grandes aspiraciones que se habían fijado, compartido y ahora notaban con su compartimiento, aunada a su tristeza, preocuparían a Candy.

Pero Terre, el cual las tenía bajo su responsabilidad y para ayudar a su esposa que la percibía tensa, sería el encargado de mantener a su cuñada con los pies bien puestos en la tierra; así que, antes de que más gente se reuniera con ellos, a la jovencita se le iba a dejar en claro.

Por eso y a pesar de estar atendiendo a sus invitados, cuando empezaron a verla sonriendo demasiado queriendo llamar la atención de los hombres solteros y guapos, el cuñado se le acercaría con la excusa de invitarla a bailar para aprovechar el instante juntos y hacerle recordar que la tenían vigilada siendo no necesaria, a partir de aquel momento, una segunda reprensión.

Por haber interpretado en silencio y atendido su llamado de auxilio, Candy además de obsequiarle un cálido beso a su rescatista cuando lo tuvo cerca, por él cambiaría su rostro y se uniría a la alegría de la celebración. Empero, en una determinada hora, se retiraría ya que la bebé debía ir a la cama.

. . .

Dos minutos antes de la medianoche, Terre apareció por su habitación. La luz tenue le alumbró el camino hacia su esposa. Ésta, envuelta en su camisón, yacía parada frente al ventanal. Desde ahí miraba hacia fuera; y porque lo sintió llegar, preguntaba:

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