Capítulo 26 parte "a"

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Después de que a Terre se le indicara el lugar donde podría encontrar a su esposa, la empleada que lo puso al tanto, a Karen se dirigió para anunciarle la llegada de su sobrino.

Contenta de saberlo de vuelta en casa, la tía abandonó sus aposentos para ir a saludarlo. Sin embargo, estaba llegando al porche cuando presenció la última parte de la escena anterior.

La furia que se reflejaba en el rostro masculino también lo proyectó en lo apresurado de sus pasos que lo condujeron a la puerta de salida.

¿Detenerlo? Karen no pudo hacerlo; y no por miedo, sino porque no le restaba razón a los celos que aquella mujer, por muy embarazada que estuviera, provocó.

¿Acaso Candy lo había hecho con intensión? Karen intentaría averiguarlo; no obstante, y como veces pasadas, fue privada de una respuesta; una que a ella sí se le demandaría al tenerla cerca:

— ¿Tienes idea adónde irá?

Ésta vez, molesta, la pariente política contestaba:

— ¡Eso tú mejor que nadie debería saberlo!

Aunada a los nervios y a la impotencia de no haber conseguido explayarle una explicación a su confusión, la sobrina miró con sorpresa a la tía la cual advertía:

— Mi sobrino tiene un límite, Candy; y desafortunadamente, tú ya lo has rebasado.

— Karen, yo...

— Entiendo que no tengas la confianza suficiente en mí para contarme lo que te pasa. Pero gracias a que él... —, apuntó hacia la dirección por donde se le viera partir, — ve en mí, más que a su tía a una amiga, por los dos —, Candy y Terre, — he intentado apaciguar su carácter. Lamentablemente, con esto que has hecho, va a resultar difícil alegar por ti.

Karen no dio tiempo para escuchar réplicas ya que, debido al teléfono que timbraba, hasta ello emprenderían los pasos, dejando a Candy sumamente preocupada debido a que su ego le hizo creer que Terre en busca de Albert había ido. Sin embargo...

. . .

Gracias a que debía ir a reportarse con sus superiores, Terre, después de salir de la casa de Karen, manejaría hasta West Point donde a partir del siguiente día, a propósito o no, se enclaustraría en el colegio militar para instruir privadamente a un selecto grupo de hombres de la fuerza armada que formarían parte del comando especial que próximamente se enviaría a la guerra en Medio Oriente.

La seriedad del asunto y la confidencialidad obligarían a Terrence quedarse allá, lamentándose él no poder estar cerca de Candy ni de su bebé que, triste y únicamente se desarrollaba reconociendo la voz de su madre, esa que al no ver más a su esposo, —y sólo escuchar por parte de Karen que se había comunicado para saber de ellos—, la esposa finalmente comenzó a comprender de sus graves errores cometidos, siendo ahora el ofendido.., él, que, —a pesar de estar al tanto de su familia—, a ella, a Candy, difícilmente tenía deseos de ver.

Karen lo comprendía; y verdaderamente intentaba no abogar por ella. No obstante...

Las reuniones sociales en casa de la tía, además de sus responsabilidades en el instituto, constaban de: juegos de canasta o tomar simplemente el té.

Pero las mujeres que regularmente formaban el grupo de amistades, enteradas de la embarazada que había en casa, agregaron a sus actividades, el enseñarle a Candy cómo hacerle una chambrita a su bebé.

Eso distraída mucho a la señora Grandchester, porque pensar en el abandono y desinterés de su marido, lo que antes la tenía caprichosamente enfurecida, ahora se le veía claramente entristecida; y es que...

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