Capítulo EPÍLOGO parte "c" y ¡hasta la próxima!

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Al paradisiaco lugar donde la había conocido, como festejo a su tercer aniversario de casados, Candy hubo querido regresar.

Sobre su playa y hasta donde había estado su vivienda, desde el hotel, ella, a solas, se dispuso a caminar, dándose cuenta que otra familia la ocupaba.

A lo lejos, Candy había divisado a los integrantes, estando entre ellos una hermana mayor entre dos hombres menores.

El estarla viendo lavando ropa sobre la piedra pudo saber que ella era quien solventaba la casa; así que, sinceramente le desearía:

— Espero que tú también, y aquí mismo, porque este lugar es mágico, te encuentres un hombre bueno, responsable e inteligente que velará por ti y te amará como me pasó a mí.

Los brazos que la rodearon no la espantaron porque los reconoció.

Terre, al sentir que su esposa, muy temprano, se levantaba de la cama, discretamente la vigiló en sus movimientos y la hubo seguido en silencio.

El camino de la playa él también hubo tomado sorprendiéndose adonde ella se fue a parar: frente a la casucha que solía ocupar.

— ¿Qué haces aquí? — cerca al oído le había preguntado.

— Sólo quise venir a ver.

Candy echó la cabeza hacia atrás para apoyarla en el mentón de Terre que besó su nuca.

— ¿Lo extrañas?

— Solamente la playa, la arena, el sol, pero no más mi pasado.

— Entonces, ¿no te importa si nos vamos?

Candy, encerrada en sus brazos y dentro de ellos, se giró para mirarle sin preguntarle lo que era obvio: a él no le gustaba que reviviera esa triste etapa de la vida que vivió; por ello él había, seguía e iba a seguir haciendo hasta lo imposible por darle lo mejor y así se olvidara por completo de todo aquello que en un ayer padeciera.

Comprendiendo y diciendo definitivamente adiós al lugar, la mujer se abrazó de él; y juntos emprendieron el camino de regreso a su hotel donde empacarían para después abordar el transporte que los llevaría de vuelta a casa: un barco en el cual, al estar ya navegando, el capitán Johnson se sentía como pez en el agua, además de que en su rostro ya no se veía ni la tristeza ni la nostalgia al llevar el timón y a Annie a su lado.

Ese cambio en él se debía a una sola cosa: Karen se había convertido para George en una muy grata compañía.

También Paty se notaba bastante animada al ir platicando en cierta parte de la cubierta con Tomás Steve que si la suerte lo apoyaba, no iba a tardar mucho en pedirle saliera con él para después de varias salidas... casarse.

En el centro de la proa había una mesa donde el divorciado, pero tranquilo Richard jugaba solitaria y entretenidamente ajedrez, mientras que Terre y Candy sentados en un camastro y abrazados, miraban a su pequeña traviesa intentando pescar los peces de plástico que nadaban en una diminuta piscina, alejándose así la embarcación por el golfo mexicano, quedando únicamente, atrás las estelas de espuma que su motor con su marcha iba dejando.

En verdad esto no es un fin, ya que todos ellos todavía tienen mucho que recorrer, como la cortina de aquella ventana de cabaña donde se entregaron por primera vez al amor, uno que crecería, se soldaría y nadie, por mucho que lo intentare, separaría a pesar de haberse... unido por interés.

¡Gracias!

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