Capítulo 12 parte "d"

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Convencida de que tanto danza, ciudad como el nombre de aquella mujer era cuestión de coincidencia y que no debía tomarle la importancia porque ella era más bella que cualquiera, Susana, —todavía llorona—, regresó a la sala; y ayudada por Eleanor, se concentró en su privada presentación.

Obligado a la fuerza, Terre fue espectador de una danza que le aburrió más de la cuenta debido a los minutos que aquella simpleza le tomó y que al finalizar, para devolverle un poco, se le revelaba:

— Lo había aprendido especialmente para ti, para el día de nuestra boda.

Ignorándola totalmente, Terre, habiendo mirado su reloj, se levantó de su asiento para informar:

— Bueno, señoras. Ustedes me disculparán, pero es mi hora de partir.

— ¿No te quedarás a cenar con nosotras?

— No. Mi esposa me espera.

— Siendo así, tendrá que aguardar más tiempo — Eleanor había sentenciado.

— ¿Perdón?

Terre frunció el ceño; prestando atención a la demandante orden de su madre:

— Llámala y dile que tardarás un poco en llegar o que si desea venga a acompañarnos.

Sintiéndose acorralado porque ni una ni otra cosa podía hacer, Terre rechazaría:

— ¡No puedo hacer eso, madre!

Ésta, que tampoco cedería, contestaba:

— ¿Por qué no? —; y le exigía: — Además quiero conocerla.

Terre miró a Karen; y ésta propuso:

— ¿Por qué no organizamos algo mejor para otra ocasión? Así festejamos su matrimonio y podemos invitar, con un poco de tiempo, a nuestros amigos más cercanos.

— Me parece bien. Pero hoy él esta noche... cena conmigo.

La mirada de Eleanor era dura y castigadora; y Terrence, conociéndola de sobra, la interpretaba muy bien: su estancia a cambio de tantos insultos de su parte tanto para Susana como a ella, su madre, a la cual poco le importó dejara plantada a su mujer a la que de pronto no se encontró forma de hacerle llegar el motivo de su retraso.

. . .

Frente a la rotunda sentencia de la prima, Karen, —sintiendo lástima por sus sobrinos—, fue a la cocina para revisar la cena en lo que Susana feliz de lo conseguido por su madre, fue a su recámara para cambiar sus ropas por unas que deslumbrarían a cualquiera, excepto a él que, después de habérsele indicado volver a tomar su asiento, conforme escuchaba a Eleanor tocar magistralmente el piano, Terre tomó su celular y marcó un número.

La recepción del edificio donde vivía le ayudaría a entregar el mensaje a Candy.

Ella ya había recibido a su hermana Annie; y ya ambas, arregladas, aguardaban en la sala para salir en el momento que él apareciera por la puerta, misma que se abriría... hasta pasada la medianoche.

. . .

Sin tráfico, el viaje desde la casa de Karen a la suya, se realizó en quince minutos. El ascender hasta su apartamento le tomó segundos. Sin embargo, a él le pareció eterno desde el abrir, cerrar, subir y buscar sin encontrar en las recámaras a su mujer, excepto Annie quien ya dormía.

Parado en el corredor de arriba, Terre miró en dirección a su despacho; pero la puerta abierta y la oscuridad, le indicaron que ella allí tampoco estaba si no...

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