Capítulo 19 parte "a"

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Después de haber buscado a Eleanor en su habitación y enterarse que como Karen había salido muy temprano, Susana se estaba sintiendo sola e increíblemente perdida entre las altas dimensiones de la casa de su tía.

Habiendo avisado a la servidumbre le informaran de inmediato la llegada de una de ellas, la mujer fue a su recámara. Ahí, intentó hacer algunas llamadas telefónicas siendo ninguna atendida incluida la de Terre quien al escuchar su voz en el buzón y recordar su más reciente majadería, Susana, reclamándole al celular, reafirmó lo que verdaderamente sentía por él.

— ¡Te odio! ¡No sabes desde cuándo y cuánto! ¡Siempre humillándome, despreciándome! ¿Y así pensaste que por todo eso y más, de verdad te iba yo amar?! ¡Pues fíjate que no!

Con su rabieta, aquella lanzó muy lejos su teléfono móvil, pero siguió diciéndole a la nada:

— ¡Y para devolverte un poquito de lo mucho que me has dedicado, voy a arreglármelas para destruir tu matrimonio, y tu amigo Albert será quien me ayude a conseguirlo!

— Sí —, maquinando, Susana comenzó a caminar de un lado para el otro: — me uniré con él para separarlos a ellos; sólo —, la mujer se detuvo para gritar en dirección a la puerta: — ¡Eleanor, Eleanor ¿dónde diablos andas?! ¡¿por qué cuando más te necesito no estás alrededor?! ¡Aunque te valdría traerme buenas noticias, porque sino... ya es tiempo de empezar a señalarte como la culpable de que yo viva en este infierno por haberme ilusionado inútilmente de que tu malcriado hijo era para mí; pero ya que no es así, tampoco será para ella. Y para eso, no puedo perder otro día. Debo hacer algo ¡ya! pero ¡¿qué?!

De viles atrocidades se llenó la mente de Susana. También de castigos que recibiría si la encontraran responsable; entonces, se fue con las más sencillas y entre ellas halló su atinada respuesta, expresando:

— ¡Ya la tengo! ¡Sí, eso haré!

Habiéndose mirado en el espejo para arreglar vestido y peinado, se dedicó a tomar su abrigo y bolso para luego salir de su habitación. E iba atravesando el hall cuando vio aparecer al matrimonio Grandchester.

— ¡Tío Richard! — la sobrina lo nombró no ocultando su rostro el asombro que provocó su presencia y analizando que él había sido el motivo de la ausencia de Eleanor quien cuestionaba:

— ¿Vas a salir?

— Sí — contestaron en lo que se acercaba al recién llegado para abrazarlo y besarlo, aún sabiendo que tampoco la apreciaba mucho Richard.

Éste, aceptando el saludo, secamente la llamaría:

— Susana.

— ¿Cuándo llegaste? — la nombrada también quiso saber. — ¿Por qué no nos avisaste? O por lo menos a mí, tía —, la miró diciendo con reproche: — para acompañarte, porque vienen del aeropuerto ¿verdad?

Un "sí" y un "no" se pronunciaron paralelamente; y las dos fieras miradas que se cruzaron consiguieron que Susana preguntara:

— ¿Qué pasa?

Ésta vez, Eleanor tomaría la iniciativa:

— Si no es muy urgente lo que tienes que salir a hacer, acompaño a Richard a la recámara y...

— Por mí no te preocupes — él interrumpió para informar a su mujer: — todavía recuerdo donde queda mi habitación —; y retomando su andar, pronunciaba: — Me dio gusto volver a verte, sobrina.

— ¡A mí también, tío! —, se respondió con alegre hipocresía.

Empero, la rudeza del hombre logró que una mujer mirara a la otra que, en una señal, pidió aguardara hasta que su marido desapareciera de sus vistas para contarle.

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