Capítulo 14 parte "a"

942 142 43
                                    

Debajo de una lluvia de gotas de agua, Candy miraba las dos argollas que decoraban su dedo anular. Besándolas, giró su cabeza hacia donde ¡su marido! en la cama, debido a cierto agotamiento, se quedaba dormido.

De sólo recordar lo anteriormente experimentado con él, ella, al sentir un nuevo pinchazo en el bajo vientre, bajó su mano para acariciarse y hacer calmar su adolorida femineidad donde habían quedado restos de líquido blanquecino entre mezclado con sangre.

Sabiendo que era normal, después de entregada su virginidad, Candy se dispuso a asearse y a vestirse para salir cuidadosamente de la cabaña.

Y mientras ella admiraba un poco el hermoso panorama, Terre ya la buscaba a su lado.

Al no encontrarla en la cama, él se levantó con sobresalto. Pero al ver la puerta abierta, se dirigió hacia una ventana, y desde ahí la divisó sentada sobre una enorme roca.

Tranquilo, el hombre también se condujo al baño; se aseó y se vistió. Llevando su chaqueta en la mano, Terre caminó hacia donde Candy quien por segundos y con embeleso, la observaron.

De repente, en uno de sus pasos, él quebró una ramita que yacía en el empastado suelo; y el crujido consiguió que ella mirara hacia su dirección.

Verlo le causó un increíble sonrojo, pero el apasionado beso con el que Terre la envolviera, provocó en ella otra corriente eléctrica que se reflejó en su erizada piel y en las carcajadas de él quien también se había quedado con ganas de más. Sin embargo, todo lo dejó a su debido tiempo. Así que, para no ponerla más nerviosa, la invitó a irse con él.

Al descender por otro lugar, Terre la sujetó de la mano para ayudarle a bajar; más en el camino, la fresita que se cortó de una mata silvestre, después de asegurarle ser comestible, en la boca de ella la puso, siendo esa y muchas atenciones de las que Candy ya comenzaba a enamorarse.

Escabulléndose de sus "carceleros", la divertida pareja llegó hasta el auto, al cual abordaron para emprender su regreso a casa.

No obstante, Terre, —habiendo dejado el celular en el vehículo—, lo tomó al estar el artefacto indicándole que tenía mensajes.

Karen, estando todavía en el colegio y Annie a su lado, era quien había llamado. Y él, no haciendo esperar más a su querida pariente, le marcó, informándole ella que su madre Eleanor había pedido increíblemente de la manera más atenta presentarse a las 8 de la noche en casa.

— ¡¿Para qué?! — preguntó un muy extrañado Terre.

La mujer, estando en las mismas ascuas, se aclaró la garganta para contarle:

— Ha planeado una cena.

— ¡¿Otra?!

— Sí. Según ella ha invitado a algunos de tus amigos y otros pocos conocidos de la familia.

— ¿Amigos míos has dicho? — él hubo fruncido el ceño que desapareció rápidamente al revelársele:

— Bueno, ahí yo cometí esa indiscreción y...

Porque más feliz no podía estar, Terre aceptaría por los dos:

— Está bien, Karen.

— ¿Entonces vendrán?

— ¡Por supuesto! — dijo animado, ya que... — Hoy no podía ser el mejor día para presentarle a mi... esposa —, la que se veía y se acercaba para besarle la mejilla.

— Bien. Allá en casa los espero entonces.

— Hasta más tarde, tía.

Candy, habiéndolo escuchado, temblorosa preguntaba:

Unidos por InterésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora