Un chocolate más y juraba que de ese diván no iba a levantarse. ¿Y acaso realmente le importaba dejarlo? Francamente no; porque además de estar disfrutando de sus envinados regalos, el estar acostada a su lado, enredada entre sus piernas y brazos plus los besos que Terre le seguía proporcionando, ¡mejor lugar dentro del universo entero no podía ocupar!
Por ende, para continuar así, ella tomó otro chocolate, y como los anteriores, primero lo ofreció a él quien volvía a negarse porque no eran de su gusto; pero sólo para darle precisamente gusto a la mujer, apenas mordía un pedazo, comiéndose Candy el resto y exagerando lo delicioso que le sabía.
Viéndola nuevamente hacer esos gestos, Terre cuestionablemente alardeaba:
— ¿Saben mejor que mis besos?
Candy bromista respondía:
— ¡Por favor! Ni siquiera te atrevas a compararlos.
— Entonces eso es un ¡sí!
Simulándose ofendido, él la atacó para provocarle cosquillas por todo el cuerpo que la hacían reír, retorcerse y pedir:
— ¡No más, por favor!
— ¡Entonces confiésalo!
— ¡Sí, tus besos saben mejor!
— ¿Qué tan mejor?
— ¡Ultra y recontra mejor!
— Así está mucho mejor —, Terre detuvo su juego para darle un beso castigador.
Aunque verdaderamente la castigó, ya que al separarse, lo hizo para ponerse de pie y arreglarse el pantalón, queriendo saber Candy:
— ¿Adónde vas?
Él extendió una mano; y en lo que ella la aceptaba para ser ayudada a enderezarse, Terre decía:
— La reservación a cenar es para las siete.
— Oh —, el rostro femenino realmente se entristeció, prometiéndole él:
— Si no estás cansada —, la abrazó; e inclinándose para morderle un desnudo hombro el castaño pedía: — ¿me reserva un lugar para esta noche, señora Grandchester?
Candy sonrió entre coqueta y sonrojada, pero antes de dar su contestación, atrajo su atención:
— ¿Terre?
Éste que ya subía besando su cuello, al oído contestaba:
— Dime.
— No... nada — ella cambió de parecer.
La vacilante actitud consiguió que él la mirara y preguntara:
— ¿Qué pasa?
— Nada serio — se dijo.
— ¿Entonces?
Candy lo miró fijamente para inquirir:
— ¿Estás consciente de que...? bueno... tú sabes...
— No, no lo sé.
— Sí, sí lo sabes, sólo que...
— ¿Qué?
Al instarla, la mujer, armándose de valentía, cuestionaba:
— ¿Estás consciente de qué podrías embarazarme?
— ¡¿En serio?! — él bromeó pesadamente al pasarse por espantado ignorante.
— ¡No seas así!
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Unidos por Interés
FanfictionESTA HISTORIA, COMO LAS ENCONTRADAS EN MI PERFIL, SON DE MI TOTAL AUTORÍA. NO DE DOMINIO PÚBLICO. El infortunio quiso llevarla hasta aquellas playas, donde todos la olvidaron y también donde encontrará la salvación. Historia del tipo UNIVERSO ALTERN...