Capítulo 19 parte "b"

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Otra vez, allá en la delegación...

— ¡¿Cómo dijo?!

Sorprendido, el joven matrimonio Grandchester no creyendo, oía del agente policía:

— Los abogados de su familia alegaron con todo y no objetaron en pagar el monto de la multa de Albert Andrew que se fue con su mujer.

Candy, de cierto modo se alegró, porque ¿acaso no se lo aconsejó? Sin embargo Terre:

— ¿Estás seguro, oficial?

— ¡Por supuesto!

— ¿A qué hora fue eso?

— No tendrá más de media hora.

— Bien.

— Lo sentimos. Si ayer mismo hubiesen regresado...

— Sí, claro; además —, alguien vilmente fue obligado a mentir; — mi madre ya nos había explicado lo que sucedió. De todos modos, muchas gracias por todo. Nos marchamos

... y diciéndolo, haciéndolo la pareja salió de la oficina.

Y mientras él cavilaba con ceño fruncido y caminaba a lado de Candy, ésta alegre comentaba:

— ¡Qué bueno por él, ¿no?! ¡Regresó a su familia! ¡Con sus hijos!

Terre, mirándola de reojo, apenas pujaría un:

— Sí.

— No te oyes muy convencido.

— No, sí, claro.

— En cambio tu gesto gruñón —, ella lo imitó hasta en la voz, — dice todo lo contrario.

La comicidad de Candy consiguió que Terre sonriera. Y abrazándola, por la calle por la que llegaron se regresaron. Y como para ellos el día apenas empezaba, él no iba a ser quien se lo fastidiara; por consiguiente, preguntaba:

— ¿Te gustaría tener tu propio computador?

— ¡¿Uno como el tuyo?! — azorada ella l miró, y él no se espantó.

— Si tú gustas, ¿por qué no?

— ¡¿De verdad?!

— ¿Vamos por él?

— ¡Vamos! — dijo ella no pudiendo evitar su emoción.

Para ésta vez, en lugar de usar el metro, Terre solicitó un servicio de Taxi. Montándose en el vehículo, a la feliz pareja se le vio regresar a la ciudad para ser dejados en el más reconocido establecimiento de sistemas de cómputo.

El representante de ventas que los recibiera a su llegada, hacía el mejor esfuerzo para convencerlos de que el producto que les mostraba era el idóneo para ella que era una principiante en esa rama.

Candy no le veía el problema a un computador de escritorio; Terre era el renuente al estar señalando uno portátil, hasta que ella dijo:

— Para aprender no es necesario comprar algo tan sofisticado. Esto —, Candy lo apuntó; — ¡está perfecto para mí!

— Sí, pero "eso" —, él se burlaría: — no puedes llevarlo contigo. ¿Qué tal si de repente nos vamos de viaje? No pensarás cargarte ese mueble, ¿o sí?

Ella, al verle razón, no contestó; así que, al vendedor se le ordenaba:

— Quiero una laptop. Y si me vuelves a poner un "pero" –, Terre lo amenazaría: — me voy a otro lugar no sin antes quejarme con tu gerente.

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