Capítulo 22 parte "b"

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No negaba que sus besos podían ser medicinales; pero al estarse excitando, la punzada que sentía en la cabeza iba en aumento; así que, al arribar a la habitación, Candy fue directo a la cama. Ahí, se sentó para liberar su atada cabellera. Entremetiendo sus dedos en ella, la alborotó; y el que la miraba desde cierto punto de la habitación, ofrecía:

— ¿Quieres que vaya por algún analgésico para eliminar por completo el dolor?

— No — dijo ella. — Mejor ven y siéntate aquí — Candy indicó a su lado.

En cambio, Terre se paró frente a ella; colocó sus grandes manos en la cabeza femenina y comenzó a masajearle el cráneo. Luego, sus dedos se concentraron en las sienes, en la frente; descendieron por su nariz, circularon los pómulos y volvieron a subir.

La sensación era tan relajante que Candy echó hacia delante la cabeza para que las manos se concentraron en la delgada nuca y hacia lo largo de sus hombros.

— Se siente bien — comentó ella al enderezarse. Y sonriente apreciaba: — Gracias.

— ¿Ya no te molesta?

— No.

La mano izquierda de ella fue tomada; y se masajeó entre dedo índice y pulgar. Al sentir las fuertes presiones, Candy se quejó y Terre dejó de presionar. Instante siguiente, él se sentó a su lado, la abrazó y ella se acurrucó en su pecho.

— ¿Qué pasa? — se preguntó debido al silencio.

— Nada.

— Entonces, ¿por qué estás tan callado?

— ¿Lo estoy?

— Sí — Candy tomó su mano y entrelazó sus dedos con los suyos.

— No lo sé — dijo él ciertamente relajado. — Me siento bien. Estoy tranquilo.

— ¿Lo estás? — ella levantó la vista para mirarlo.

Como respuesta, Terre sonrió; se inclinó un poco para besar la frente de su esposa que no dejaba de observarlo hasta que le respondiera:

— Lo estoy.

— Bueno, sólo porque tú lo dices, te creo. Aunque...

Aprovechándose que se sentía mucho mejor debido a los atinados masajes de su esposo, Candy lo tumbó a la cama; y acostándose sobre su pecho, conforme lo besaba, escuchaba:

— Pensé que te dolía la cabeza —, porque él desde temprano tenía deseos de ella que aseveraría:

— Ya no.

No obstante, el llamado a la puerta impidió un poco de acción entre ellos dos.

Poniéndose de pie, él fue a atender; notando y escuchando a una sumamente apenada Karen:

— Disculpa mi atrevimiento, hijo, pero necesito hablarte —; la tía indicó cerrara la puerta.

Antes de ejecutar la orden, Terre a Candy le hizo señal de estar afuera. Ya que así estuvieron quisieron saber:

— ¿De qué se trata?

— ¿Cómo sigue, Candy?

— Está mucho mejor. Gracias.

Saberlo, hicieron soltar a Karen:

— No vas a creer de dónde vengo.

— Estabas en el comedor con mi padre.

— Tu madre me mandó a llamar.

— ¿Se ha puesto mal?

La preocupación en el rostro de Terre enfureció a la hermosa pariente que comentaba:

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