Capítulo Intro

3.2K 167 34
                                    

. . .

Spring Break hubo sido la oportunidad para viajar fuera del país y visitar las paradisiacas playas en un conocido rincón de México.

Entre la multitud de estudiantes vacacionistas que descendieron de un barco europeo, aparecieron tres sonrientes amigos, —quienes durante el viaje—, ya le habían echado el ojo a guapísimas universitarias.

Las jóvenes que iban justamente a divertirse, y que defectos no les encontraron a esos alegres hombres, rápidamente se prestaron para ser sus acompañantes lo que duraría una semana de reventón; pero...

Después de haber disfrutado del sol, la arena, las discotecas, las fogatas en la playa y los paseos en bote, mostrando lo aburrido que estaba en el bar del hotel donde se hospedaban, un hombre de aproximadamente 30 años, alto, muy guapo y vestido de blanco, se levantó de su asiento y buscó la salida hacia la terraza para admirar una tarde oscura, ya que a punto estaba por llover.

Con la aparición de un relámpago en el horizonte, él, mentalmente comenzó a contar, y el trueno no le inquietó al saber la tormenta a muchos kilómetros de distancia. Pero eso sí, la repentina ráfaga de viento que se levantó, lo hizo girar la cabeza y cerrar los ojos al sentir granitos de arena sobre su cara. Limpiándosela y sacudiendo su cabellera, él caminó en dirección a una mesa. A ésta estaba a punto de ocuparla cuando, otro hombre menos atractivo, apareció bromeándole:

— ¿Por qué tan solita, guapa?

El mutismo contestado consiguió que, con preocupación, el recién llegado cuestionara:

— ¿Todo bien?

El interrogado finalmente se sentó en la silla, afirmando con un aliviado:

— Sí.

— ¿Entonces? — quiso saber el amigo y tomando asiento. — La fiesta adentro está de lo más ambientada, ¿por qué tú...?

— Sólo salí un momento — se interrumpió la sentencia. — El humo de tanto cigarrillo me dieron deseos de volver el estómago.

— ¡Qué raro se escucha de ti cuando eres un fumador empedernido!

— Lo sé, pero...

— Algo te pasa — el amigo indagó. — Desde la mañana que salimos a esquiar al mar te noté extraño.

— Anoche sostuve por teléfono una larga plática con mi padre.

— ¿Y? — inquirieron de manera desilusionada. — ¿No me digas que tenemos que regresar?

— Hasta eso, me pidió que me divirtiera lo más que pudiera porque... la situación se ha complicado para mí.

— ¿El viejo insiste con el matrimonio?

— Ahora es mi madre quien me ha dado el ultimátum, así que... para seguir gozando de su dinero debo casarme con la hija de su prima o si no me levanta la canasta y me pone a trabajar.

— ¡¿Estás bromeando?! — mostraron asombro.

— Al parecer ella no.

— Amigo, sí que la tienes difícil porque el trabajo y tú no hacen mucha mancuerna y...

— No me ayudes.

— Está bien. Entonces, te pregunto... ¿qué harás?

— Casarme con Susana ¡ni así estuviera loco lo haría!... y trabajar...

El hombre se masajeó la nuca; en cambio el otro exagerado expresaba:

— ¡Cállate, hermano, porque haces que se me erice la piel de sólo pensarlo!

Unidos por InterésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora