Capítulo 15 parte "b"

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Ponerse a llorar fue lo único que Candy pudo hacer; y es que, sola en el apartamento y angustiada por lo que su esposo iba dispuesto y seguro a hacer, no tenía el modo para comunicarse con nadie.

El celular dentro de su bolso estaba en casa de Karen quien a esa hora sobre la puerta y también sola, despedía al último invitado que lamentaba la abrupta salida de Terre, hombre del que se prometía estar al pendiente de lo acontecido a su esposa.

— Una inesperada llamada de emergencia familiar la hicieron irse apresuradamente — hubo sido la excusa que Eleanor dio a los presentes. — Pero por favor, pasemos al comedor y disfrutemos de la cena. Mi hijo así lo ha pedido.

El descarado cinismo de aquella dama había conseguido que Karen también se enfermara del estómago y se le alteraran los nervios que eran imposibles de controlar porque, aunque en su cara decoraba una sonrisa, su interior no cesaba de suplicar:

— Terre, serenidad, hijo. Mucha serenidad. No vayas a cometer una locura de la cual te arrepientas después.

Aunque la arrepentida iba a ser otra ya que, después de cerrar la puerta, despertar a Annie quien se había quedado dormida sobre el sillón e indicársele fuera a su correspondiente habitación, la tía definitivamente decidida a la pieza de Eleanor fue para reclamarle fuertemente.

Sin haber pedido autorización, la dueña abrió la puerta conjugando su cuestión:

— ¡¿Cómo te atreviste a hacerlo esto a tu hijo?!

— Hacerle, ¿qué? — dijo como si nada la bella mujer, la cual vistiendo ya sus pijamas, sentada enfrente del tocador, se deshacía del maquillaje y oía cuando la calificaban de:

— ¡No finjas, hipócrita, que conmigo no te queda! Planeaste todo esto sólo para arruinarles la fiesta, ¿verdad?

— ¡Qué calumnia tan más vil! Yo simplemente traté de ser amable con ellos. Que ella, que esa mujercita corriente sin principios ni moral sea la responsable de haber hecho todo esto sólo para escaparse con su amante, no significa que yo esté detrás.

— ¡Eres ruin como ninguna otra madre, Eleanor!

Ofendida, la acusada se levantó de su asiento para decir:

— ¡No porque estés en tu casa, voy a permitirte tus insultos, Karen!

Ésta, sin embargo, devolvía:

— No porque seas tú su madre, voy a permitirte que le fastidies la existencia a tu propio hijo. ¡Entiéndelo! —, Karen se golpeteó la sien. — ¡Él ya se casó, ahora respeta su decisión!

— ¡Nunca! ¡Toda la vida se le ha permitido hacer ¡todo! lo que ha querido! Yo sólo una cosa pido de él —, ¡casi nada! más que casarse con Susana, — ¡¿por qué le es difícil obedecerme para tenerme feliz?

— No cabe duda que tu interesada obstinación te tiene cegada y no te deja ver que tu hijo — Karen lo gritaría: — ¡YA ES UN HOMBRE! ¡no el niño que tiene que seguir acatando las órdenes de mamá quien lo castigará poniéndolo bajo llave o dejándole sin comer si no hace lo que ella pide!

— Yo nunca fui así de cruel con él.

— ¡No! ¡Fuiste peor! ¡Y sólo porque Terre tuvo el apoyo de su padre sino, no fuera la persona que es hoy! Pero conociéndolo, esta misma noche pudiera cambiar, y tú nuevamente, serás la única culpable. ¡Así que, si cantas victoria, Eleanor, en tu cometido será, porque no te importó destruir la felicidad que tu hijo, con su esposa, pudiera alcanzar, una que aunque lo ates de pies a cabeza, se la pongas en frente o desnuda se la metas en la cama, con Susana nunca tendrá!

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