Cap 9

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¡Poof! Sonó dentro del closeth; tenue en volúmen pero notorio a los oídos de ambos en la cama.

Qin Xuan se alarmó y pretendió levantarse para inspeccionar.

-- Espera, algo, hay que revisar...

-- ¿A dónde crees que vas?

Cuando trató de incorporarse, He Xuan arrastró su pierna hacia él de nuevo, y con otra mano sostuvo con fuerza su hombro para evitar que escapara.

Brillantes lágrimas rodaron por el rostro de Qin Xuan al sentir un grande y rígido bulto entrar en su agujero; su mano se estiró tratanto de llegar al armario vanamente. Después escuchó susurros en su oreja, y un tibio aliento lo estremeció.

-- Hoy me aseguraré de hacer que lo disfrutes por completo, hasta que ni siquiera recuerdes tu nombre.

Sus dos manos se posicionaron en la cadera de éste, y comenzaron las salvajes embestidas. El calor inundó la habitación, al igual que sonidos de gemidos sin contener y lascivos chapoteos. La velocidad y la fuerza de los golpes contra sus glúteos marearon a Qin Xuan. Había dolor en sus entrañas, pero precisamente el sentir tal dolor le resultaba placentero e hipnotizante. Su punto sensible era ultrajado con brutalidad y sus piernas antes aprisionadas, ahora se esmeraban en abrirse cada vez más para el hombre que las sometía. El asunto del closeth era historia.

-- ¡¡AH, AAAH!! -- su voz lastímera ya no se controlaba, soltando gritos -- dame más, por favor... ummm, oh, ahí, destroza mi interior, lle- lléname, hyaa...

He Xuan no hacía otra cosa que darle más duro, tanto que su abdómen ya había dejado marcas rojas en las nalgas del otro por los golpes. Luego, volteó boca arriba a Qin Xuan, abrió sus piernas hasta que las rodillas rozaran sus pezones y siguió embistiéndolo. La cama crujía por el movimiento.

Qin Xuan dirigió su cabeza hacia el closeth, pero lo que vio Xie Lian no fue el rostro normal de su amigo. Lo que vio fue una vista perdida sin consciencia, y una boca abierta con los labios rojos y la lengua asomándose ligeramente. Ese no era su amigo. Era una bestia.

Xie Lian perdió la noción del tiempo. Se sentía un tanto aturdido. Muchas cosas pasaron por su mente en poco tiempo.

Pensó en abrir la puerta del armario, a pesar de que los demás seguían ahí. Era buscar tu propia muerte ¿cierto? No le quedaba mas que esperar a que todo terminara. Sin embargo, los crujidos en la cama proseguían, la voz dañada de Qin Xuan ya era débil; ahora sólo gemía y suspiraba pocas palabras.

-- ya no puedo, duele... uhm, ah... estoy lleno...

Al cabo de un rato, se escucharon golpes en la puerta. Xie Lian pensó en eso como una oportunidad para salir. He Xuan ya se había cambiado, y yacía sentado en una esquina de la cama, observando con una expresión resignada y triste al exhausto Qin Xuan. Los golpes volvieron a escucharse en la entrada. El joven se levantó de la cama con leves tambaleos y se colocó su ropa lo más rápido que pudo. A pesar de que He Xuan trató de detenerlo, aún así se decidió por abrir la puerta.

-- Debe ser el cartero. Encargué algunas cosas

-- Tu cuerpo está débil. Iré yo.

Qin Xuan sonrió y empujó suavemente al chico a la cama.

-- Al menos puedo caminar. Fuiste un bruto.

Los golpes sonaron por tercera vez. Parecían insistentes. Qin Xuan caminó hasta ahí. Xie Lian suplicaba que quien quiera que fuese, distrajera a los otros dos para que pudiese escapar.

Escuchó atentamente a espera de alguna señal. Del otro lado, su amigo abrió la puerta. Quien esperaba fuera era un muchacho alto, atractivo y con ojos un tanto amenazantes, aunque de apariencia juvenil y rasgos delicados.

Era San Lang.

Qin Xuan ya lo conocía, pero no se explicaba que era lo que quería con él.

-- Uh, ¿quieres hablar con He Xuan? Él está...

-- Claro que no -- contestó San Lang con una sonrisa forzada -- el caso es, que hace dos horas, Ge... Xie Lian, entró a tu casa antes que ustedes. Pensé que ya se estaba tardando y vine a buscarlo. Estuve parado en la entrada del edificio esperándolo pero no salió, así que debe seguir aquí.

Qin Xuan dejó caer al suelo una pequeña esfera que tenía entre sus manos. Tardó en reaccionar.

-- El armario...

-- ¿Armario?

San Lang se confundió con la palabra. Tenía más o menos un mal presentiento. Qin Xuan se puso pálido. Abandonó la entrada y se dirigió a su habitación. He Xuan escuchó lo que hablaron y se quedó quieto en su lugar. Al acercarse al closeth, sus manos vacilaron al ponerlas en la perilla.

-- ¿Xie Xie? -- su voz al hablar sonaba asustada y temblorosa.

Nadie respondió. Abrió la puerta y retrocedió dos pasos.
Xie Lian estaba acurrucado en la esquina. Rostro bañado en rubor y respiración agitada. Su expresión se alteró al ser descubierto. Pasó su vista en los demás y luego escondió el rostro entre sus frías manos.

San Lang pareció comprender la situación por la que el chico había pasado y tiró miradas fulminantes a la otra pareja. Qin Xuan reunió coraje y se acercó a su amigo. Él mismo estaba al borde del desmayo y su consciencia se revolvía en culpa.

-- Xie Xie... ¿es, estás bien? Deberías salir. Debe dolerte la espalda.

Xie Lian lo observó lentamente. Su expresión inocente estaba combinada con confusión y resignación.
Qin Xuan ya no avanzó, y sintió pérdida en su corazón. Sintió que perdía a la persona más importante para él. He Xuan lo miraba, indeciso a hablarle. San Lang escaneaba cada movimiento. Probablemente estaba pensando en qué hacer para derribar a las molestias y robar a Xie Lian para llevarlo consigo y que nadie volviera a encontrarlos.

De repente, Xie Lian por fin se movió. Estiró una mano y jaló al joven de rostro perdido, enredándose en un apretado abrazo. Parecía un pequeño niño asustado en brazos de su hermano mayor. Qin Xuan hizo lo mismo y de la nada comenzó a sollozar. La escena era nostálgica... pero un tanto ridícula.

¿De Quién Es El Destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora