Cap 49

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Apenas eran las dos de la tarde cuando la pareja salió a dar un paseo. El primer lugar que Xie Lian pidió visitar fue una pastelería.

-- San Lang, prueba este. Es delicioso.

San Lang no dudó en probar la cucharada de pastel del tenedor de Xie Lian, y cuando éste quería probar un poco del suyo, el demonio rápidamente entregaba toda su porción. Ante las risas de Xie Lian y su rostro ruborizado, el único ojo de oscuro marfíl de San Lang brilló con intensidad.

Después pasearon sin rumbo. A Xie Lian no le gustan los sitios con demasiada gente o mucho ruido, por lo que optaron caminar en el parque o ir a restaurantes poco frecuentados.

Incluso cuando el más joven manchaba las comisuras de sus labios con salsa, el príncipe siempre lo limpiaría con movimientos amables y palabras lindas. Su cita era perfecta.

El cielo ya era oscuro, salpicado con estrellas y perfume de luna. Ambos se sentaron en una banca del parque cercano a la casa de San Lang. Xie Lian sujetaba el brazo del otro y apoyaba la cabeza en su hombro.

-- ¿Ge ge está cansado?

-- Un poco.

Al acordarse de algo, Xie Lian se incorporó y pellizcó suavemente la mejilla del rey demonio.

-- San Lang, hay algo que quiero darte. Aunque es pequeño y sencillo.

-- Cualquier cosa que Ge ge quiera darme la tomaré.

Xie Lian sacó una pequeña cajita, que ni siquiera cubría una palma de mano.

-- Hace tiempo me di cuenta de que hacía falta algo en ti. Tal vez lo perdiste o lo olvidaste en casa, pero en verdad me gustaba verte con él.

De la cajita, extrajo un pendiente de coral rojo.

-- Hace tiempo lo compré para ti, pero no tuve una buena oportunidad para dártelo. Ah, pero si no te gusta no tienes que usarlo.

San Lang tomó la mano que sostenía el pendiente carmesí, y besó el nudillo de su dedo.

-- Gracias Ge ge. No podría encontrar nunca un regalo que se compare al suyo.

Con sus dos manos recibió el pendiente, y de inmediato lo sujetó a una pequeña trenza en su cabello.

-- Se te ve muy bien, en serio.

Los labios de Xie Lian fueron atrapados en un beso. Su lengua se enredó con otra y su rostro fue sujetado.

-- San Lang... espera.

Al decirlo, el chico alejó sus labios, todavía sonriendo.

-- Hay algo más.

Xie Lian sacó de otra bolsa de su chaqueta una cajita más, de color oscuro y diseño sencillo. Se la pasó a San Lang.

-- Ábrelo.

Obedeciendo la orden, San Lang abrió la cajita, de donde brillaban dos anillos de plata. Su voz no pudo salir del todo al comprender el significado de esos objetos.

-- Ge ge... los anillos... nosotros-

-- Si, son anillos de compromiso.

Tantas mágicas emociones aturdieron a San Lang, quien no distinguía la realidad de uno de sus sueños con el amor de su vida.

-- Ge ge, entonces usted... conmigo~

-- Si -- interrumpió Xie Lian, sacando los anillos de la cajita -- quiero casarme contigo.

Le dio a San Lang uno de ellos para que lo pusiera en su dedo, mientras él ponía el otro en el dedo del chico.

-- No importa si no podemos casarnos de manera oficial, yo todavía quiero unir este lazo aún más, para que no se rompa. Quiero tener más citas contigo, y comer muchas cosas deliciosas, viajar a otros lugares y compartir juntos nuestras vidas. Quiero ser tu esposo, San Lang.

San Lang colocó uno de los anillos en el dedo de Xie Lian. Ese pequeño objeto resplandeció mejor que cualquier otra joya, sirviendo como simbolo de una promesa.

-- Ge ge, te amo, y también quiero compartir con usted todo lo que soy, por el resto de mis días.

Xie Lian agregó.

-- Hasta que nuestro cabello se pinte de blanco, y después de eso. Incluso en la eternidad.

Juntaron sus cabezas, y sus narices se rozaron; mirándose fijamente el uno al otro, se enamoraron una vez más.

-- San Lang, llévame de vuelta a tu casa.

-- Claro que sí, Ge ge.

Los labios de Xie Lian se apretaron.

-- San Lang, quiero dormir contigo.

El corazon del muchacho no procesó tanta felicidad de golpe.

-- ¿Dormir juntos?

Xie Lian besó su rosada boca.

-- No sólo dormir...

-- ¿Eh?

-- Quiero que hagamos el amor.

La vergüenza se hizo presente, y la emoción bañó ambos rostros que brillaban como el asfalto.

Aunque fue él quien decidió dar un paso más en su relación, Xie Lian temblaba un poco en tanto caminaban hacia la residencia. El silencio era absoluto entre ellos dos; ambos corazones nerviosos y pasos rápidos, la felicidad mezclada en el aire y la joven determinación los acompañó en el camino. San Lang tomó la mano de Xie Lian y entrelazó sus dedos.

-- Ge ge, estás temblando mucho.

Al escuchar su voz y sentir la suave piel de sus dedos, su alteza encontró calma. Sonrió y murmuró.

-- Estoy bastante bien.

Llegaron a la casa y abrieron la puerta. La oscuridad del hogar y su solitaria apariencia eran adecuados para el momento. Xie Lian entró primero y tomados de la mano, subieron hasta la habitación. El paisaje fuera de la ventana era sin duda hermoso; las estrellas parecian brillar más que nunca sobre la ciudad, y en el ambiente se percibía un suave aroma a flores. Todo ello provocaba una embriagante sensación de mareo en Xie Lian, combinada con el sentimiento de vergüenza y un corazón que latía salvajemente.

Mientras tanto, San Lang lo observaba; una figura esbelta de piel blanca y pura que brillaba con la luz de luna que se filtraba por las ventanas, dándole una sublime apariencia angelical. Luego de admirar la escena unos segundos más, se acercó a ese cuerpo que temblaba y le susurró al oído con una voz suave y seductora.

-- ¿Tienes miedo?

Xie Lian se estremeció, pero su alma y cuerpo estaban listos para unirse al otro; por lo tanto, se dio la vuelta y posó sus dos manos en las mejillas de San Lang; acto seguido, lo besó. Sus rojos labios eran fríos, suaves y cómodos; al simple contacto, la felicidad brotó desde su interior. Sin embargo, en un momento de descuido, una lengua se abrió paso en su boca, moviéndose rápidamente y besándolo con lujuria. Al no esperar eso, permaneció a merced de los otros labios. Sin darse cuenta ambos cayeron en la cama, todavía mezclando sus sabores.

Los dedos de San Lang recorrían el cuerpo del príncipe; desde su bello rostro, su cremoso cuello, el suave pecho, su firme abdómen; hasta llegar a la entrepierna, donde se detuvo. Su alteza soltó un dulce gemido por el placer, y suspiró entre los besos del otro.

-- No te detengas...

¿De Quién Es El Destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora