Cap 52

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-- No creo que deba.

Xie Lian restregó su rostro en el pecho de San Lang suavemente en tanto lo miraba haciéndole un puchero; cosa que el chico no resistía.

-- Dime, San-ge.

Mil flechas atravesaron el alma de la calamidad, y se sintió en las puertas del paraíso.

Rápidamente levantó a Xie Lian y lo condujo a una desconocida habitación, hasta pararse frente a la puerta. El príncipe tuvo un mal presentimiento y se arrepintió de insistir.

-- San Lang... creo que deberíamos volver a la sala.

Pero San Lang tenía marcada la inspiración en el rostro.

-- No. Ahora Ge ge debe mirar.

-- Ugh.

Con una mano, giró la perilla y entraron. Dentro, había una cama grande adornada con rosadas sábanas y almohadas cursis. A los lados, letrinas con trajes de todo tipo, desde cerrados y con forma de animal, hasta trajes de enfermera y ropa extremadamente erótica. Los ojos perturbados de Xie Lian quisieron mirar hacia otro lado, sólo para toparse con más cosas extrañas que un joven de 18 años no debería siquiera imaginarse.

Por último y peor, descubrió una serie de esculturas de todos tamaños iguales a él; con expresiones complicadas de describir. Quiso desmayarse y volver a sus años de infancia en los que no conocía de esas cosas.

-- Ge ge, en realidad yo, ¡siempre quise hacer juegos de roles con usted!

-- San Lang...

Si no amara tanto a esa persona, ya lo hubiese golpeado hasta cansarse y lo demandaría por perversión y acoso. Pero no pudo evitar el mareo.

-- Quiero regresar a la sala.

-- Si~

Xie Lian se tomó la libertad de tomar un baño primero, ya que habían planeado salir temprano a pasear, y si se bañaban juntos, seguro no dormirían en toda la noche. Subió a la habitación para recostarse, pero escuchó a San Lang hablar con alguien más.

-- No tienes que hacerlo, ese ya no es tu deber.

-- ...

-- Harás algo de lo que te vas a arrepentir toda tu vida. Ese tipo va a sufrir.

El silencio abundó. Alguien del otro lado del teléfono susurraba, y San Lang escuchaba atento.

-- Si es tu decisión entonces ya no haré nada.

Colgó el teléfono y suspiró.

-- Idiota.

Xie Lian hizo como si nada hubiese pasado, y al parecer, el rostro de San Lang se veía preocupado.

-- Ge ge, es hora de dormir.

-- Si...

También, en cuanto se acostaron, notó que el joven lo abrazó con más anhelo que antes, temiendo su partida.

El amanecer floreció, bañando con luz la habitación. Xie Lian bajó de la cama y descendió al primer piso, no sin antes analizar el teléfono oscuro en el que estaba hablando San Lang el día de ayer, ese que sólo podía utilizar una persona.

Estando en la sala, admiró el anillo en su dedo. Brillaba de forma hermosa y llevaba consigo el sueño de una vida al lado de su ser amado; la piedra en el centro guardaba sus sentimientos y cada latido de su corazón. Era un objeto pequeño, pero con tamaño suficiente para guardar dos almas.

Su sonrisa se grabó en el rostro al rozar con su dedo el anillo.

-- San Lang.

De repente, golpes desesperados sonaron en la puerta. Xie Lian se acercó a la entrada para preguntar, pero una voz ahogada habló del otro lado.

-- ¡Xie Xie, abre la puerta! Xie~

En cuanto escuchó la voz de Qin Xuan, no dudó un segundo más en abrir. El joven se abalanzó a él en cuanto lo vio.

-- ¡Se fue! Xie Xie, ya no va a volver...

Al poner sus manos en los hombros de su amigo, se percató de cuan frío estaba, como si hubiese corrido a través de las calles durante mucho tiempo. Un nudo en la garganta se formó al ver destrozado el corazón de Qin Xuan, mas aún teniendo una idea del porqué. El chico hundido en llanto lo abrazó; su voz no salía clara.

-- Qin Xuan, vamos adentro. Aquí hace mucho frio.

Arrastró al chico dentro de la casa. San Lang los miraba desde las escaleras, sin hacer ruido. Xie Lian limpió las lágrimas con su mano y acarició sus mejillas.

-- Qin Xuan, ¿qué sucede?

-- XuanXuan... él se fue, sólo escribió en una nota que no volvería, y que lo olvidara...

Xie Lian no pudo decir nada, sólo darle caricias a su amigo, y prestarle su hombro para llorar. Al fin, San Lang se acercó a ellos y lo despegó de su príncipe.

-- Todavía no es tarde.

-- ¿Eh?

-- Su vuelo a Hong Kong sale en media hora. Si vas rápido tal vez lo alcances.

Qin Xuan lo miró con ojos brillantes y llorosos. San Lang nunca demostraba debilidad frente a otros, a excepción de Xie Lian, pero ahora mismo, su rostro delataba su preocupación.

-- Ve rápido pedazo de idiota, o hará una estupidez.

Qin Xuan volteó a ver a Xie Lian, y sin decir algo, corrió de nuevo a la interperie. Su alteza suspiró al fin y limpió la gotita que reprimió frente a su amigo; San Lang lo abrazó fuerte y miró hacia el techo.

-- Ese tipo va a casarse con alguien que no conoce solamente para fortalecer el estatus de su familia. Sus padres le ordenaron volver a China para el matrimonio, ya que la chica lo estará esperando ahí. Aceptó la orden porque lo chantajearon, y dejó todo lo que tenía atrás. Pero yo sé bien que él no quiere ir, y tampoco casarse. Por eso le dije a Qin Xuan que lo trajera de regreso. Sólo él puede hacer que abra los ojos.

Xie Lian pensó en lo difícil que era para ambas personas, pero no podía hacer nada, únicamente confiar en ellos.

Qin Xuan corrió hasta encontrar un taxi, y a toda prisa se dirigió al aeropuerto. Su pecho palpitaba con violencia, ansiando llegar a tiempo. Al pisar el aeropuerto, se encaminó hacia distintos lugares, buscando. Entre tantas personas no ubicaba a He Xuan.

-- ¡XuanXuan!, ¡XuanXuan!

Sus energías se agotaban y sus piernas se tambaleaban, pero no quería parar de correr. Necesitaba encontrarlo. En las pantallas sin embargo, notificaban que el vuelo a China estaba a punto de salir. Se dirigió rápido a una de las paredes de cristal, que separaba las instalaciones del avión. Ese objeto que despegaba listo para alejarse llevaba consigo su ilusión rota. Vivió cada segundo eterno la partida de la otra mitad de su corazón, y cayó al suelo llorando de amargura.

-- He Xuan... hasta nunca.

Una punzada tocó el alma del joven dentro del avión. Se casaría, y esa persona no sería Qin Xuan. Las lágrimas cayeron sobre una pequeña fotografía entre sus manos, de ambos comiendo helado cuando tuvieron su primera cita.

-- Hasta nunca, Qin Xuan.

¿De Quién Es El Destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora