Cap 43

848 130 48
                                    

El chico se había ido hacia una máquina expendedora cercana para comprar una lata de café que puso en las manos de Mei.

-- Puedes beber esto, te llevaré a casa.

-- Pero no sabes dónde...

-- Lo sé, sólo descansa.

El rostro delicado de Mei hizo un puchero, se acomodó las gafas que se habían movido y bebió el café que le ofrecieron.

-- Debo pesar mucho, puedes bajarme.

-- En realidad eres bastante delgado.

-- Ya veo...

Resulta que el joven se llamaba Huan Yue, y era compañero suyo en la clase de química de la universidad. Su temperamento era alegre y relajado; el tipo de personas que nunca podrías odiar. Yue destacaba más por el brillo en sus ojos que por su desempeño o inteligencia. Aún así, le resultaba extraño a Mei que ese chico lograra ubicar su departamento sin una falla.

Al llegar a su casa, abrió la puerta y fue instalado en la cama.

-- Voy a revisar tu pierna.

-- No es necesario, yo... yo puedo hacerlo solo.

Pero Yue sonrió.
Buscó el botiquín y se dispuso a tratar la herida que se hizo Mei en ambas rodillas.

-- Gracias, me ayudaste incluso a cambiar mi ropa.

-- ¡No hay problema!

-- Debo compensarlo, con el almuerzo mañana tal vez o...

-- No necesito nada de eso.

-- ¿Entonces? Me sentiré mal si no te devuelvo el favor.

El chico de pie ante él pareció pensar las cosas con calma antes de volver a sonreír.

-- Entonces ya sé.

Se inclinó hasta llegar al rostro de Mei, y besó con cuidado su mejilla, alcanzando una gotita que acababa de derramarse.

-- Ya no llores. Nadie merece tus lágrimas.

Dicho esto, su mano acarició el cabello ondulado de Mei hasta despeinarlo, y se marchó.

-- ... ¿Qué acaba de pasar?

A pesar de la confusión, Mei no se preocupó demasiado por eso y se tumbó en la cama para dormir. Sorprendentemente, ya no sintió la necesidad de llorar.

Luego de ese día, se hicieron amigos, y Mei ya no tuvo que almorzar en soledad. Se dio cuenta de que Yue tenía el pasatiempo de revolver su cabello y aprendió a jugar cartas sólo para pasar más tiempo juntos. Y es que, ver a Mei tan concentrado en pensar sobre aquellas piezas de cartoncillo resultaba ser una vista maravillosa; algo que los enamorados ojos de Yue no pudieron soportar.

Pero incluso si Mei ya no estaba solo, todavía tenía un gran hueco en el pecho llamado Jun Wu.

Desde el día en que lo menospreció en frente de otros, no se hablaron en casi medio año. Las veces en que pudo verlo desde lejos, lo admiraba mientras hablaba y reía rodeado de personas. Jun Wu parecía feliz, y eso fue suficiente para él. Por supuesto, Yue se dio cuenta de lo que pasaba por la mente de Mei, pero tampoco podía hacer nada mas que mirar como se degradaba por la tristeza poco a poco y fingir no darse cuenta.

Sin embargo, fue hasta el año siguiente que Jun Wu se acercó a Mei de nuevo.

-- ¿Puedo sentarme contigo?

Mei no asimilaba la situación. En sus ojos de cristal se reflejaba la persona que más atesoraba, y la débil sonrisa que le dio fue suficiente para inundar su corazón con amor, igual que la primera vez que lo vio.

Al no obtener respuesta del anonado chico, resolvió por sentarse a su lado.

-- Tal vez me odias por lo que te hice, y estás en tu derecho, me porté como un monstruo. Pero espero me entiendas, eran personas importantes para mí, y no podía defraudarlos. No quería quedarme solo.

El tono de Mei fue indiferente, con mil sentimientos ocultos.

-- ¿Y dónde están ellos ahora?

Jun Wu tragó saliva. La pregunta tan directa impactó en su orgullo.

-- Ya no hay nadie.

-- Y vuelves aquí porque ya no te queda nadie más.

Esta vez Jun Wu miró los ojos de Mei. Su belleza clara y sus hermosas pestañas temblaban, y a pesar de ello, esa mirada también era ligeramente fría, distante. Inconscientemente, el hombre no pudo evitar sentir pena por sí mismo.

-- Yo... yo soy un idiota, te traicioné. Si no quieres tenerme cerca, entonces-

-- No digas eso.

Al mirar nuevamente el rostro de Mei, se encontró con una expresión cálida y apacible. El cristal en sus pupilas brillaba tanto que tocó lo más profundo de su alma orgullosa.

-- Somos amigos. Voy a estar contigo si lo necesitas.

Inicialmente, Mei se propuso rechazarlo, pero al verlo de nuevo y tan cerca, su sencillo corazón no le hizo caso. Por ello decidió con firmeza serle fiel a sus sentimientos, aún si era doloroso.

A lo lejos, Yue los miraba. Mei sonreía como nunca había visto. El vaso de café dulce que sostenía para esa persona ya no era útil. Sabía desde un principio que su amor no era correspondido, y no tenía valor para interponerse. Si la persona que Mei quería era una escoria, él no tenía derecho de entrometerse. Probó el café que era para el gran sacerdote, y a pesar de no ser de su gusto, dio algunos sorbos más antes de marcharse derrotado.

-- Es demasiado dulce para mí después de todo.

Jun Wu volvió a elevar sus aires, y trataba con amabilidad a su compañero, en tanto lo utilizaba. De nuevo recuperó a quien estaría ahí siempre que quisiera, y estaba satisfecho. El único problema era que, a pesar de tener a Mei cerca, todavía no lo sentía suficiente, y anhelaba afecto en otra parte.

Cuando por fin la encontró, Jun Wu no pudo pensar en algo más. La chica llegó con la fresca primavera y barrió con el rocío de su belleza el corazón del hombre. Finalmente se sintió completo, abandonando toda emoción desesperada y dedicándole cada parte de él a su gran amor.

Y eso fue para Mei, la segunda vez que su corazón se rompió en pedazos. La resignación era la única opción que le quedaba, y como siempre, recogió los pequeños fragmentos de sus emociones y los guardó en donde nadie podría verlos jamás: detrás de su sonrisa.

¿De Quién Es El Destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora