Extra 25

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Jun Wu abrió la puerta de su recámara caminando pesadamente, bostezando y sobando su cabeza.

-- ¿Mei?

-- Cariño, estoy aquí.

El adulto se acercó a ellos un poco confundido.

-- Buenos días.

-- Buenos días, tío Wu.

-- ¿Dónde está Mu? Creí haber escuchado su voz en la noche.

Feng Xing se alteró al instante. Si bien Mei sabía muy bien el tipo de relación que tenían ellos dos desde hace ya bastantes años, Jun Wu no estaba del todo informado.

-- Ta- tal vez escuchó mal, tío.

Jun Wu sobó la cabeza de Mei cariñosamente con una sonrisa.

-- No escuché mal, ustedes dos estaban comiendo. Escuché a Mu Qing decir que ya se había llenado.

-- ¡...!

-- Feng Xing, ustedes dos son buenos amigos, deben cuidarse el uno al otro. Si él se enferma del estómago será malo. Dile que controle su alimentación o habrá consecuencias. Tampoco deben acostarse tarde. Dormir bien es importante para los hombres jóvenes como ustedes.

-- Sí, tío. Yo le diré.

Mei casi no aguantaba la risa. Recibió un regaño, pero al menos Jun Wu no se dio cuenta del verdadero significado de las palabras de Mu Qing.

-- Jun, baja a desayunar conmigo. XieXie y Qin Xuan deben estar esperando. Y hoy yo ayudé a preparar la comida.

-- Bien, vayamos. Hay mucho por hacer después del desayuno.

-- ¡Sí!

Cuando Qin Xuan visitó a su amigo después de volver a Inglaterra con He Xuan, Xie Lian se lo presentó a Mei, y de inmediato le tomó cariño, tratándolo como otro hijo suyo, mimándolo por igual. Incluso se llevaba muy bien con Yin Yu, pero hacia él era más como amistad, debido a su forma de ser madura y profesional. En una ocasión llevó a su nieto y a la pequeña Alessa de viaje, los lleva a pasear o les compra regalos, y los dos niños lo llaman abuelo.

Feng Xing puso la bandeja cerca de la cama con el té ya servido y los siguió al comedor para traer algo de comida a Mu Qing. Este se despertó y adormitado se levantó de la cama, para tropezar con una caja de cartón en el suelo.

-- ¿Qué es esto? ¿Es de Feng Xing?

Cuando Feng Xing volvió, por alguna razón que desconocía, Mu Qing le lanzó algunas maldiciones, golpes y juró que nunca más volverían a tener sexo. Su expresión furiosa y sus mejillas rojas eran lindas, pero no podía alegrarse mucho por ello. Sólo pudo preguntarse el porqué de su comportamiento sin recibir respuesta y sufrir en silencio.

La caja de Mei contenía un par de esposas, lubricante de sabores, un juego de lencería sumamente erótica, aceite afrodisíaco y vibradores de gota. Todo con una pequeña nota escrita a mano por su querido y angelical tío.

"Espero que con esto logres capturar al gatito".

Mei jugaba en su habitación con los dos pequeños y una pila de juguetes cuando llegó a casa el exitoso presidente de la compañía Hua, San Lang; su vicepresidente Quan YiZhen y su socio de negocios, He Xuan. Los tres arrastrando los pies con cada paso que avanzaban al interior de la mansión y a punto de dejarse caer. Yue y dos empleados más los alcanzaron para sostener sus abrigos y maletas.

-- Bienvenido sea, amo.

-- Envía alguien para recoger los obsequios del coche y ocúltenlos.

-- Enseguida lo haré.

-- ¿Dónde está Ge ge?

Yue los acompañó a la sala donde cada uno cayó casi desmayado en un sofá, pálidos y secos. Les sirvió un poco de agua y respondió rápidamente con su conocimiento y experiencia.

-- El amo Xie se encuentra arriba haciendo llamadas con el personal de banquetes y decoraciones para la fiesta.

Sin esperar a que los otros dos preguntaran se dirigió a ellos.

-- El amo Yu está ayudando a mis compañeros a arreglar el jardín y las mesas.

YiZhen recuperó su energía de quien sabe donde y sacó del maletín una caja de chocolates para Yin Yu, se levantó y caminó en dirección a su amada esposa, acomodando su cabello y frotando sus mejillas para despertarse completamente y borrar cualquier posible rastro de baba. He Xuan era el que más parecía a punto de colapsar, con la cabeza mirando al techo y mordisqueando una galleta que Yue le acababa de pasar.

-- El amo Xuan salió hace dos horas con el amo Wu, a comprar regalos y ropa para el joven amo Ming y la señorita Alessa.

Al terminar su reporte de rutina cada que llegaban esos tres del trabajo, volvió al lado de San Lang.

-- Amo, ¿sus órdenes?

San Lang también estuvo a punto de levantarse para caminar a donde su alteza, pero dos brazos lo empujaron hacia abajo suavemente y acariciaron su cabello. Su ojo brilló al mirar arriba y recibir un beso en la frente.

-- Bienvenido a casa, San Lang.

-- Ge ge...

Sus palabras sonaron con un suspiro enamorado. La bella y encantadora mirada de su amor no se comparaba con nada. He Xuan giró los ojos y le arrojó a San Lang un cojín en el estómago.

-- No babees.

Xie Lian comenzó a reír, provocando que San Lang por poco babeara en verdad.

-- Bienvenido a casa tú también.

-- Sí.

-- Por cierto, Yin Yu preparó un poco de tiropita, y guardamos un poco para ustedes. Si quieres comer puedes pedirlo en la cocina. Cuando Qin Xuan llegue irá a buscarte directamente ahí.

-- Ya que insistes...

He Xuan se levantó con nueva fuerza y se dirigió a la cocina. Yue comprendió que Xie Lian intentó deshacerse de él para estar a solas con San Lang y obedientemente quiso satisfacer a su señor.

-- Amo Xie, acompañaré al amo Xuan a la cocina. Silvy estará ocupada y no podrá atenderlo como se debe, yo le serviré.

Xie Lian sonrió en su corazón y lo dejó caminar con He Xuan, agradeciendo que ese chico fuera tan bueno. Se sentó con San Lang y lo abrazó sin dejar de frotar su cabello.

-- Mi San Lang trabaja muy duro, debes estar cansado. Apoya aquí tu cabeza, descansa un poco.

Pero al igual que los otros dos, el demonio recuperó su vitalidad y se pegó al príncipe recibiendo todo el afecto.

-- Ge ge es cálido, lo amo.

-- ¿Ah sí? Yo también amo al presidente Hua. Voy a llenar de besos sus mejillas.

San Lang se retorció y puso obedientemente las mejillas para recibir su regalo. Ahora mismo parecía una doncella enamorada.

-- Ge ge es el mejor~

En medio de los cariñitos y palabras melosas de la pareja, Mu Qing por poco vomita. Había bajado a la sala para buscar a Feng Xing y a Pei Ming que ayudaban a Yin Yu con los preparativos o a cargar las cosas pesadas, pero se encontró con esta escena de cursis casados tontos y sólo pudo rodar sus pupilas almendradas y huir.

-- Amo Yu, el sol está subiendo, no debe quemarse. Puede volver a la mansión.

Yin Yu extendía un mantel sobre la mesa que Pei Ming acababa de colocar mientras la chica intentaba persuadirlo.

-- No te preocupes, también quiero ayudar.

-- Pero...

-- ¡Yu-ge!

Ambos saltaron. La voz que se escuchó sonó tan fuerte desde lo lejos. Yin Yu se giró sonriendo casi servicialmente parado en una postura derecha.

¿De Quién Es El Destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora