Yoongi desprecia a las personas de bajos recursos, los considera unos interesados. Kim Jennie confía plenamente en las personas que ama, por lo que no soporta ser etiquetada por Yoongi, ni siquiera quiere ser su amiga. Pero... ¿Cómo sus vidas quedar...
Jennie se despertó en medio de la noche, el estómago le estaba sonando y eso solo significaba una cosa: Hambre. A veces le agarraba la agarraba a plena madrugaba, pero esta vez eran las once de la noche. Bien, necesitaba comer algo, pero unos brazos la apresaban de la cintura, en un primer momento pensó en despertarlo y decirle, "Yoongi, aliméntame", pero sabía que su novio estaba exhausto luego de tres rondas seguidas de un maravilloso sexo.
Se levantó con cuidado y husmeó entre la pequeña cocina que tenía en su propio dormitorio. Nada. Recordó las palabras de él, entonces:
«Si tienes ganas de comer algo dime para que lo pueda ordenar, pero no busques comida por ti sola»
Bueno, "impaciente" era su segundo nombre, y no podía esperar hasta el día siguiente para saciar su hambre. Despacio, abrió la puerta y bajó a la cocina, no encontró a ningún empleado allí. Suspiró. Ella no sabía cocinar, ¿Qué haría entonces?
—¿Dónde está todo el mundo? – se preguntó.
—Ellos están descansando.
Jennie se sobresaltó al oír una voz masculina.
—Su turno termina a las diez. Si queremos algo después de esa hora requiere un pago extra, pero mayormente no solicitamos nada.
—Tú... tú, ¿Quién...?
—Soy Min NamJoon, hermano de Yoongi. Aunque, seguramente él ya te lo dijo.
Jennie apretó los puños, a quien menos quería ver lo tenía delante suyo.
—¿Qué haces aquí?
Y, como si el destino estuviera en su contra su estómago resonó por toda la cocina.
—Oh, ya veo, tienes hambre. Siéntate, prepararé algo para ti.
Jennie miró con desconfianza al hombre que tenía delante. Yoongi lo había descrito de una manera distinta, su sonrisa parecía sincera y era amable con ella. Sacudió su cabeza, seguramente era una fachada.
—¿Te gustan las pastas? Tranquila, por si lo preguntas, soy un buen cocinero, hago esto con frecuencia para Beomgyu, es su plato favorito.
—Tú... ¿Por qué haces esto? – preguntó Jennie —Se supone que odias a tu hermano, ¿Y cocinas para su novia?
En seguida Jennie se arrepintió de haberlo dicho. Pero NamJoon parecía saberlo, porque su mirada seguía en los fideos que preparaba, la verdad, era que el hambre había vuelto a apoderarse de Jennie con ese exquisito olor.
Los minutos pasaban y Jennie no sabía por qué no había huido del lugar, NamJoon estaba de espaldas a ella, cocinándole, lo tenía con la guardia baja, podría aventarle un tazón o ahorcarlo, pero, no sabía si Yoongi estaría contento de ver a su hermano muerto.
—Ya están – dijo NamJoon sirviéndole el plato —Anda, pruébalos, te aseguro que tienen buen sabor.
Jennie dudaba entre si comerlo o no. ¿y si estaba envenenado? Pero... su maldito estomago no dejaba de rugir por comida.
Se metió un poco de comida a la boca, y casi muere, pero no porque tuviera veneno, sino porque el sabor era tan bueno como su olor. Casi gimió al masticarlo.
—Por tu expresión, veo que te gustó. Eso es bueno, lástima que Yoongi no sea bueno en la cocina, debería cuidar más de su novia.
Jennie soltó los cubiertos.
—No necesito un cocinero. Estoy enamorada de un gran chico llamado Min Yoongi.
Namjoon asintió dándole la razón. Jennie tenía ganas de borrarle con un golpe esa sonrisa. ¿Así era como las demás personas caían en sus encantos?
—Supongo que ya te contó toda mi historia con él.
—Si. Y debería estar golpeándote ahora mismo, no conversando contigo – respondió Jennie.
—Él no te ha contado toda la verdad. Se hizo quedar como el pobre chico sin amor ¿verdad?
—Y eso qué, digas lo que digas, eso no me hará cambiar de opinión. Porque yo creo en Yoongi sin importar qué.
Jennie se puso de pie y caminó con paso firme devuelta a la habitación de su novio, de donde no tenía que haber salido.
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