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Lee Felix no era la mejor persona del mundo, pero constantemente trataba de mejorar en cualquier aspecto que notaba que estaba fallando.

Como por ejemplo su pronunciación, hace ya años que Lee Felix había dejado su vida en Australia para comenzar una nueva vida en Corea del Sur, donde en un principio fue el lugar esencial para sus estudios pero se terminó convirtiendo en su segundo hogar junto a sus amigos donde pensaba que no podría separarse por más que quisiera, cosa que sus padres notaron y no tuvieron problema con que Felix se quedará allí siempre y cuando volviera a casa cada cierto periodo de tiempo para una visita.

Solía ser aquellas personas que hablar en público no se le daba muy bien, sentía su voz temblar, sus manos sudorosas mientras no podía dejar de tartamudear, olvidarse las cosas y cuando las recordaba confundirse de idioma y ser reprobado, cosa que lo llevó a las clases de oratoria, donde siempre tenía que vestir un estúpido traje o ropa formal para asistir a ellas, cosa que lo incomodaba pero prefería eso a que obtener malas notas y tener que esforzarse mucho con la tareas o hacer algunas extra para aprobar.

Todas las tardes cada una semana, aproximadamente de 5 a 6 de la tarde, Lee Felix se encaminaba hacia su clase con un estúpido traje, tomando las extrañas botellas de agua con sabor pero que por alguna razón a él le gustaban, pero este día era una excepción, donde salió más temprano de su casa para poder desviarse y quedarse al menos una hora en casa de su novio y ver que le pasaba.

Tal vez Lee Felix no era la mejor persona del mundo, pero si cualquiera de sus amigos tuviera que describirlo, dirían que una de sus muchas cualidades era que era capaz de hacer lo que fuera para ver a las personas que quería felices.

En cuanto tocó aquel timbre y por el intercomunicador le preguntaron su nombre, la puerta automática se abrió dándole paso de adentrarse en casa de Bin debido a que la servidumbre de su hogar lo conocía muy bien debido a que solía perderse mucho o cuando esperaba a que Changbin bajará hablaba con algunas sirvientas quienes al principio de extrañaban por su comportamiento pero lo dejaban hacerlo.

Sin embargo, lo último que se esperó Felix fue encontrarse a toda la familia Seo en la mesa principal, eso era mucho peor que estar enfrente de miles de personas.

Automáticamente los nervios se hicieron presentes, los nueve chicos no solían ver a la familia de Changbin porque siempre estaba muy ocupada, claro que tal vez de pequeños solían verlos a diario por lo que la familia conocía a todos menos a Felix por ser el último en incorporarse al grupo.

Sin dudas tener por primera vez a toda la familia de tu novio sin estar el presente era una de las peores cosas que podía pasar, pero el australiano sabía muy bien que no lo conocían en persona y menos sabían que su hijo tenía pareja.

—No pensé que vendría alguien más.

—Lo lamento mucho señores, solo vine a ver a Changbin, lo siento. —se disculpó con la voz tambaleante a la vez que hacía las reverencias lo mejor que podía.

—¿Eres amigo de mi hijo? —asintió con rapidez sintiendo la presión de las miradas de todos en aquella mesa. —No te he visto antes.

—Yo fui el último en llegar, mi nombre es Lee Felix.

—Dinos tu nombre muchacho, no tu apodo.

Sin dudas no quería quedar mal enfrente de la familia de su pareja aún que ellos no lo supieran, por lo que aún que odiaba decirlo, lo hizo.

—Lee Yongbok. —sonrió forzado. —Es un gusto.

—El gusto es nuestro.

—Tú no eres de aquí ¿cierto? —interrogó la mayor. —Tu acento es algo extraño.

No me gusta, hyung || HyunminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora