Episodio 1 : 1827 (1).

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11 de  Marzo 1827

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11 de Marzo 1827.

Escarbando entre los papeles siguió buscando, una y otra vez no encontró lo que buscaba, cada vez más recibos de pagos y nuevos avisos de adeudo, todos cancelados a nombre de su excelencia el duque de Hawthorne.

Demonios.

Recogiendo sus faldas, Lena se inclinaba contra otro estante y sacaba otra caja, rebuscando siguió leyendo con dificultad y rapidez los títulos de las hojas. Nunca encontraría las escrituras a este paso.

Ese salvaje la mantendría atrapada con él hasta que los encontrara. No bastaba las innumerables deudas que su madre le enviaba a su marido, sino que ahora ella había pedido un préstamo poniendo como garantía las escrituras de tierras que ya no eran suyas.

Malditos avernos.

No planeaba seguir atada a su pomposa gracia, el duque de la indecencia, obligándola a seguir sus deseos al pie de la letra. No señor, ni de joda.

El silencio en el lugar le permitió pensar con mayor claridad en donde guardaría un narcisista, con ínfulas imperiales, las escrituras de una casa que no le pertenecía.

DIABLOS¡¡¡

Suspirando se levantó y apoyo contra el escritorio de caoba tallado, mientras recuperaba el aliento, iluminando las estanterías con aquella pequeña vela en mano. El maldito corset ajustado como el infierno, nunca le habían agradado y menos ahora. Apartándose un riso del rostro contemplo el estante, repleto de libros e inútiles pergaminos que en otro tiempo le causaron admiración.

Talvez debiera rendirse...

Una pequeña voz en su mente parecía resignada y hasta atraída por la idea, maldiciéndose por ser tan tonta, mascullaba contra si misma.

- Jamás ...- murmuro, mientras mordía su labio y sus ojos no tan voraces como sus pensamientos recorrían la estancia- primero muerta que quedarme aquí...

- Entonces hemos muerto hace años y no nos dimos cuenta – dijo una alegre voz desde la puerta recién abierta, luciendo como un fantasma en medio de la noche, un rubio hombre ingreso con sigilo y se acercó al escritorio donde ella estaba apoyada.

Moria por contestar a su puya, pero estaba segura que ello solo encendería sus ganas de acercarse más.

- Lachlan, que haces aquí ...- pregunto sin aun recuperar el aliento, la castaña se desapego del borde del escritorio y manteniendo una recta postura lo vio altiva.

- Vine a buscar a la anfitriona – cruzado de brazos la contemplo- que al parecer destruye mi estudio sin causa aparente, o al menos una que yo pueda ignorar...

Retrocediendo, pudo contemplar la oscura mirada que se acercaba, haciéndola temblar de maneras que no eran correctas para ocasiones así. Aquel traje se ajustaba a su fornido cuerpo, sin restarle fuerza, siendo sus rubios cabellos los que le añadían un aura idílica y misteriosa, su apariencia rayaba entre la dureza y una innata elegancia dejando a cualquiera que lo viera sin aliento.

- Regresemos – respondió Helena ignorando su comentario, apurando el paso hacia la puerta intento salir airosa de esta, cuando un par de brazos la atrajo hacia él

- Realmente pensaste salir indemne?

- No, pero quería ahorrarme la discusión ...- murmuro Lena ajena a sus intenciones- después de todo es la celebración de mi cumpleaños

- Y debo decir que cada año te vez más hermosa – susurro contra su nuca, dejando un escalofrió en su columna vertebral

Siempre discutían, gritaban y se esforzaban en rechazar al otro, pero sabían que realmente ello solo era un simple interludio antes de un tórrido y satisfactorio revolcón, donde solo se sentiría enojada después de terminar.

Sin embargo, sus piernas flaqueaban con solo su aliento contra su piel, la cálida sensación de anticipo se instalaba en su bajo vientre y sus piernas no parecían estar estables.

Contrólate... - se repetía a si misma.

Realmente no había esperado que él viniera ese día a la mansión en Londres, debió prepararse mentalmente, pero hacía meses había dejado el país sin siquiera avisarle, por lo que creyó que no lo vería en su cumpleaños o nunca. Volteándose enfrento cara a cara a Lachlan, deslizando sus manos por su camisa, mientras se apegaba a él; sus duros rasgos se mantuvieron expectantes a cada caricia, por pequeña que fuera, como un náufrago en medio de la tempestad buscaba tierra.

- Sino volvemos alguien vendrá a buscarnos – susurro juguetonamente la castaña contra sus labios

- No lo harán ...

Ladeando el rostro dejo lucir una arrebatadora sonrisa, ajusto la corbata de Lachlan y observándolo con arrogancia, le susurro:

- Mayor razón para volver – sonriendo y apartándolo con cierto desprecio.

Observándola con sumo cuidado, la vio contemplativamente, parecía buscar algo en su rostro o mirada, parecía perdido. En sus ojos parecían haber preguntas, que silenciosamente eran acalladas por aquellos ojos verdes que lo miraban con ferocidad.

La sonrojada mujer lo miro con presunción, mientras apretaba la aguja en su cuello, mientras más lo hincaba con mayor fuerza la apretaba contra él, sus brazos eran fuertes y tonificados, haciendo sentir vulnerable como una vela a merced del fuego, la presión sobre su cuerpo aumentaba su temperatura.

Viéndolo con la bruma de aquel deseo sin conceder en sus ojos. Lachlan la sujetaba firmemente de la cintura, soltándola un poco el rubio hombre recorría con detenimiento aquel suave cuerpo, sintiendo su calidez sobre las telas; acercándola a él, Helena pudo sentir aquella embriagante fragancia a madera y cardamomo, hipnotizándola sin mayor remedio.

- No queremos que se formen una idea equivocada... - acercándose a sus labios, casi suspirando un largo segundo.

Empujando la puerta con rapidez una enojada joven de rubios bucles y acongojados ojos ingreso a la habitación, interrumpiendo a la pareja. La atónita Amelie Bladell, hija de una poderosa familia de condes, abrió con sorpresa sus verdosos ojos, contemplando el íntimo y personal momento.

- Yo ...- las lágrimas que parecían a punto de caer se fueron de inmediato, siendo reemplazado por un profundo sonrojo al ver las manos del duque sobre su esposa y lo íntimo de la situación- lo-l-lo lamento... -tartamudeo, saliendo con rapidez del lugar

- Oh Dios mío ... que hiciste?¡¡ - se volteo Helena gritándole al rubio que la veía con diversión – ella era la nieta de Lady Rawson...

La enojada mujer le recrimino como si el parentesco con la anciana consejera y amiga, fuera algún tipo de aliciente que agravara una situación que para él solo era apenas incomoda.

- Debo ir a explicarle ...- mascullo la castaña saliendo rápidamente del lugar, no sin antes recriminarle con una mirada adusta al cínico sinvergüenza.

- Dios nos salve de aparentar un matrimonio feliz ¡

Empujándolo, abrió la puerta saliendo del lugar, no se permitiría otro malentendido más y menos con una de sus más queridas amigas o mejor dicho con la nieta de una de sus amigas; realmente necesitaba aferrarse a su cordura si planeaba sobrevivir. Saliendo furiosa dejo en aquel lugar al alegre duque, que solo pudo reír después de verla cruzar la puerta.   

Atrapada por el duque (Completa )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora