Episodio 11: Salon de té (2).

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Caminando con rapidez sintió pasos tras ella, esquivándolo y recorriendo el camino hasta un pequeño jardín escondido tras el invernadero donde su querida Lady Noelle tomaba el té con sus allegados

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Caminando con rapidez sintió pasos tras ella, esquivándolo y recorriendo el camino hasta un pequeño jardín escondido tras el invernadero donde su querida Lady Noelle tomaba el té con sus allegados.

Al llegar pudo sentir que lo había perdido, dejándose caer sobre un pequeño sillón observo a su alrededor, sintiendo como su corazón se encogía, ya nunca más estaría en aquel lugar sin sentir la esperanza que Noelle llegara, ese sentimiento de que la observaba y saldría en cualquier momento para preguntar rápidamente en quien pensaba en sus momentos de silencio.

Sonriendo sintió una espina en el pecho. Tomando un pequeño libro de romance de abajo de uno de los cojines, escondido de cualquier intruso, sonriendo vio que se habían quedado en la mitad del libro, mientras sentía que un nudo se quedaba en su garganta.

- Supongo que fue buena idea leerte primero el final y luego el resto – murmuro Lena abriéndolo y tocando las delgadas páginas.

Mordiendo sus labios intento no quebrarse. Sus ojos se sintieron dolorosamente cansados.

- Lena? – la profunda voz de Lachlan apareció preguntando por ella tras un par de altos arbustos.

- Ahora no...- suspiro frunciendo el ceño

- Lo lamento – viéndola de pies a cabeza, Lachlan la veía descompuesta y pálida como una hoja.

- Ah que has venido- murmuro Helena, tomando fuerzas se levanto

Lista para una confrontación escondió el pequeño libro de la vista del duque, luciendo altiva pero pálida lo vio acercarse. Parecía intentar tocarla cuando Lena lo vio con dureza y retrocedió alejándose

- Que intentas ... - dijo con frialdad, mientras el duque parecía haber regresado a sus sentidos

- Solo estaba ... vine para evitar malentendidos y presentar mis respetos a los Rawson – contesto con rapidez – en todo caso, debería preguntarte a ti, que haces aquí sola? ¿No deberías tener al menos una acompañante? Es demasiado simple entrar por estos lugares, es peligroso salir sola ...

Levantando una ceja lo vio con descarada sorna. Ni siquiera tenia ganas de rebatir sus absurdas y falsas preocupaciones. Era un controlador, cuando las cosas no salían como él deseaba las destruía para crear algo nuevo.

- No tengo tiempo para esto – apartándose empezó a irse, cuando Lachlan la tomo del brazo para detenerla.

Reteniéndola en silencio, Lena empezaba a fruncir el ceño y soltándola se interpuso en su camino para evitar que escape. Decidido a terminar esa guerra entre ambos.

- Aun me odias por lo que paso ese día en la terraza... – dijo buscando los ojos de Lena- por aquel beso con Catherina...

- No- respondió esta sin siquiera verlo.

- Mientes, en tu rostro puedo verlo

Habían tenido aquella conversación tantas veces que el tedio de solo volver a ello le generaba dolor de cabeza, suspirando retrocedió hacia el sillón para evitar tener contacto con él.

- Si, estoy molesta – admitió con un impoluto rostro sin expresión alguna - pero sobre todo cansada de esta pantomima

- ¿Qué más quieres que diga? Eh rogado tu perdón por eso ... - respondió Lachlan con aquella severidad resquebrajándose en su rostro.

- Y te eh perdonado – le explico tratando de ser sincera

- Mientes – frustrado le dio la espalda buscando respuestas y solo encontrando más esquivos mensajes

- Mira, con quien estoy enfadada no es contigo, es conmigo – dijo dejándose caer contra el sillón – entre en este matrimonio, con distintas expectativas, aun cuando tu estableciste todo desde un inicio ... Lo lamento tanto por no creerte cuando me dijiste que realmente no creías en el amor o esas cosas...

El silencio entre los dos parecía cada vez más punzante en ambos. Lena era sincera, realmente lo había disculpado, ya que estos últimos años se había dado cuenta que Catherine jamás pudo entrar a su corazón y ese era él porque había elegido al cálido Methos, un hombre honesto y romántico, la complementaba con perfección.

- Lo lamento... – murmuro Lachlan volteándose a verla.

- Está bien, solo tratemos de llevarnos lo más cordial posible – murmuro con sinceridad y cansancio, volviendo a sacar su pequeño libro.

Él nunca había amado, porque no entendía lo que era y probablemente no lo entendería jamás. Había sido impulsiva, los lastimo a los dos y se arrepentía profundamente, pero estaba cansada de sentir culpa, así que hacía tiempo había empezado a perdonar y perdonarse.

....... & .........

Recostándose sobre su hombro descanso por largos minutos.

Tras un arbusto unos inocentes ojos parpadearon sorprendidos por lo que veían ante ellos. Una curiosa joven contemplo como la pareja parecía consolarse entre sí, Lachlan sosteniéndola mientras la adormilada Lady Hawthorne tomaba su mano.

La escena parecía mover su pequeño corazón, ciertamente había visto muestras de amor entre sus padres, jamás logro comprobar que ello existiera entre otras parejas dentro de su círculo cerrado de conocidos. Aunque claro ese nunca mostraba más curiosidad que por el clima o las carreras de Ascot.

Suspirando abrió su cuaderno y esbozando con habilidad plasmo lo delicado del momento, la fragilidad de Helena y a su lado la dureza de Lachlan, cuidándose el uno al otro como si realmente fueran amantes escondidos de los ojos del público.

Deteniéndose por un segundo, deseo que algún día su corazón latiera con la intensidad con la que Lachlan observaba como dormía la dulce duquesa a su lado.

- No deberías ser tan curiosa... - murmuro una voz tras ella, asustándola y haciendo que se volteó con brusquedad, golpeando a la persona tras ella con libreta

Al retroceder y ver al hombre tras ella comprobó que era su tío el marqués, con una extraña marca de carboncillo en la mitad de la cara. Sin poderlo evitar una risita broto de los labios de Amie, viendo la desaprobatoria mirada del hombre, señalando la salida de aquel lugar, con un gesto rápido ambos desaparecieron.

Antes de irse el curioso hombre retrocedió para encontrar la cálida escena. Frunciendo el ceño, suspiro y salió tras su incorregible sobrina, una pequeña incomprendida según Amelia; para él una revoltosa con dulce corazón, pero alborotadora, al fin y al cabo.

Sabía que pronto causaría problemas, lo pudo ver en aquellos ojos caramelo, sin duda alguna.

Esa tarde los duques de Hawthorne salieron de la casa de la familia Rawson, rumbo a Londres donde volverían a sus habituales vidas.

Atrapada por el duque (Completa )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora