Capítulo 38

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-Rodrigo.- Articuló sorprendida.

-Reina, estuve tratando de comunicarme contigo desde ayer pero no lo logré.- Comentó dejando su pequeño equipaje en el suelo antes de acercarse para abrazarla.

-No me toques.- Le pidió Lucero al mismo tiempo que le daba una bofetada.

-¿Qué? ¿Por qué?- Se extrañó Rodrigo.

-¿Por qué? ¡Porque no quiero que me toques con las mismas manos con las que seguro estuviste tocando a tu secretaría ayer, hoy e incluso hace días atrás!- Gritó alterada.

-Lucero, no te entiendo.- Dijo Rodrigo acercándose de nuevo.

-Por favor Rodrigo, no quieras seguirme viendo la cara de estúpida, sé que me engañaste con Jazmín y también que viajaste con ella a Monterrey.- Lo encaró Lucero.

-¿Cómo sabes que viajó a Monterrey?- Se sorprendió.

-¡Ella misma me lo dijo, hasta me mando una foto de los dos en el avión!- Alzó la voz de nuevo.

-Reina, déjame explicarte, te juro que nada de lo que crees es verdad.- Le pidió Rodrigo tomándola de los brazos.

-¡Que me sueltes!- Gritó alejándolo. -No quiero que me expliques nada, me voy, no tolero estar aquí y mucho menos contigo.-

-No Lucero, por favor no te vayas.- Trató de detenerla cuando ella avanzó hacia la puerta junto con su maleta.

-¡Déjame en paz!- Le ordenó Lucero soltándose de su agarre para seguir caminando.

-Por favor mi vida, no me dejes, déjame explicarte las cosas.- Le pedía Rodrigo insistente, tanto así que se había puesto de rodillas mientras sujetaba a Lucero por las caderas.

-¡No quiero! Y de una vez te aviso que no voy a la casa de mi papá porque él no sabe nada aun así que ni pienses ir a buscarme allá, a menos de que tengas los suficientes pantalones para decirle que me fuiste infiel con tu secretaría.- Dijo Lucero en un tono bastante serio como nunca lo hacia.

-Lucero, por favor.- Rodrigo trató de detenerla pero ella se soltó y caminó a paso firme hasta su Audi, no sin antes cargar al cachorro San Bernardo.

Guardo su maleta y subió al perro para después ordenarle nuevamente a sus escoltas que no la siguieran, ellas no muy seguras, acataron sus ordenes.

Con el llanto corriendo por sus mejillas, condujo hasta la casa de la familia de Anette, conocía muy bien el camino pues de niña e incluso antes de casarse, pasó varios días haciendo pijamadas con su mejor amiga.

Al llegar se sorprendió de ver a Andrés en la entrada.

-Lucerito, que bueno verte.- La saludó Andrés muy sonriente desde afuera del auto. -Mi hermana me dijo que venias y debía estar al pendiente.-

-Hola Andy, muchas gracias.- Lo saludó también tratando de mostrar su mejor sonrisa.

Calles antes había tratado de tranquilizarse para que Andrés no la viera llorando.

-De nada, pero pasa, puedes estacionarte a lado de mi auto.- Le señaló el lugar vacío del garaje.

Lucero se estacionó en dónde Andrés le indicó mientras él se encargaba de cerrar la gran puerta negra.

-Cuanto tiempo sin verte, Lucerito.- Dijo Andrés abriéndole la puerta del auto para ayudarla a bajar.

-Un par de años, creo.- Contestó antes de darle un beso en la mejilla y responder a su abrazo.

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