Capítulo 2

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-Él es mi esposo...- Le dijo al gerente mientras abrazaba a su esposo. -El señor Rodrigo Álvarez-.

-Perfecto, adelante y que disfruten su comida- El gerente se sentía sumamente nervioso, no se imaginó que aquella hermosa mujer estuviera casada y su esposo lo intimidó.

A simple vista se veía una pequeña diferencia de edad entre ellos aunque no eran muchos pues él era mayor que Lucero por seis años, no es que ya se viera viejo, pero ella se mantenía joven y a él su barba no le ayudaba mucho, Rodrigo era un hombre realmente alto medía casi 1.95, tenía un porte que imponía, robusto, barba de candado bien arreglada, piel apiñonada, sin duda era un hombre apuesto y Lucero al lado de él se veía más pequeña.

Lucero caminó detras de Rodrigo tomados de la mano esquivando algunas mesas y meseros que se les iban cruzando robandose las miradas de hombres y mujeres a su paso, hasta que por fin llegaron a la mesa en la que ya había estado Rodrigo, él como todo un caballero jaló la silla para que Lucero pudiera sentarse, la acercó y después él tomo asiento también al lado de ella.

-¿Cómo te fue con tu cliente mi amor? Peinaba tiernamente los pequeños vellos de la mejilla de su esposo producto de su barba, amaba hacer eso.

-Muy bien, en realidad está ayudando a su novia, ella es de Colombia, tiene una empresa importante de maquillaje y quiere poner unas oficinas en el país- Respondió acariciando los nudillos de la mano de su esposa. -¿Por qué no traes tus anillos?- Dijo cambiando de tema al darse cuenta que su dedo anular estaba sin su anillo de compromiso ni su argolla de matrimonio.

-Ay yo creo los olvidé en el lavatrastes de la casa amor- Ella ni siquiera se había percatado de que no los traía, no estaba acostumbrada a quitarselos, sólo en algunas ocasiones cuando se lavaba las manos.

-Bueno te la paso por hoy eh ¿A caso no quieres que los demas sepan que estás casada?- Rodrigo hizo un puchero como si de un niño se tratara a lo que Lucero rió.

-Si quieres puedo subirme a la silla para gritarles a todo el restaurante que estoy casada con el hombre más guapo e increíble del mundo- Lucero hizo ademán de levantarse para subirse a la silla pero inmediatamente Rodrigo muy nervioso la detuvo e hizo que se sentara de nuevo.

-No amor no hagas eso- Ambos reían, su relación así era, bromeaban y jugaban con cualquier cosa, eso hacía que nunca se aburrieran, a pesar de ya llevar siete años de matrimonio, parecían unos recién casados.

Un mesero le acerco una carta a Lucero, pues Rodrigo ya tenía la suya, pidieron una botella de vino, él pidió un corte de carne acompañado de una salsa dulce y vegetales, ella una lasaña, les llevaron sus platillos y disfrutaron de su comida mientras platicaban de ideas que tenía Rodrigo para sus proyectos y cosas que tenían planeadas hacer juntos, hasta que por fin Lucero terminó con su lasaña, regularmente ella siempre terminaba al último.

-¿Vas a querer postre reina?- El mesero ya les había retirado sus platos y ordenado un poco la mesa.

-Si pero de aquí no, se me antoja un helado ¿Podemos ir a la plaza?- Su helado favorito era el de Mc Donald's, podía comerlo diario y no se desesperaba.

-Podemos hacer lo que tú quieras amor- Unió sus labios a los de ella dandole un beso, tomó su cartera del bolsillo que se encontraba dentro de su saco y le entregó al mesero la Mastercard dentro de una carpeta negra de piel donde se encontraba la cuenta, realizó su pago y el mesero le regreso su tarjeta junto con sus recibos.

Agradecieron sus servicios, ambos se pusieron sus gafas oscuras y salieron de ahí tomados de la mano, hasta llegar al valet parking.

-Si quieres pide primero tu auto y luego yo pido el mío para irte siguiendo- Dijo Lucero.

A la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora