Capítulo 30

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Lucero despertó y preparó el desayuno como todas las mañanas, sólo que esta vez sin la ayuda de Rodrigo, hizo lo suficiente como para que alcanzara para los dos, sin embargo, su esposo no desayunó con ella, cuando él bajo ya estaba listo para irse a trabajar, sólo tomó una barra energética y un yogurt natural.
Ni siquiera cruzaron palabra alguna, parecía que eran totalmente invisibles el uno para el otro, Lucero había intentado arreglar las cosas un día antes y él no quiso escucharla, así que no estaba dispuesta a perder su orgullo de nuevo.
Cuando terminó de desayunar, limpió un poco la cocina y se fue a RoCosmetics, sin duda eso le serviría para mantenerse distraída.
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-Lucero ¿Cómo estás?- La saludó Fernando que estaba en la recepción cuando la vio salir del estudio.

-Bien, voy terminando con unas fotografías ¿Tú?- Sonrió acercándose a él para saludarlo con un beso en la mejilla.

-Pues tu cara no opina lo mismo.- Chasqueó con la boca.

-Sólo me siento un poco cansada.- Cuando llegó en la mañana a trabajar, sentía que tenía toda la energía del mundo, pero un par de horas después se sentía con un gran cansancio como si no hubiera dormido.

-¿Ya comiste? Te invito a comer.- Le propuso.

-Aun no, la verdad no tengo mucho apetito.- Se encogió de hombros torciendo los labios.

-Ándale vamos, yo muero de hambre y no quiero ir a comer solo.- Insistió.

-¿Y Adriana?-

-Vinieron amigas suyas de Colombia y se fue con ellas.- Su novia se había ido a comer con sus amigas y lo había invitado, pero Fernando no aguantaba mucho a sus amistades, claro, sólo cuando se trataba de tener una aventura.

-Está bien, vamos.- Aceptó por fin.

Fueron en el Audi de Lucero a un restaurante que estaba cerca, Lucero no quería que sus escoltas fueran con ella, sin embargo, no le hicieron caso, pues era parte de su trabajo y si le llegaba a pasar algo, era su fin.
Al llegar, en la entrada unas cuantas miradas indiscretas de hombres se clavaban sobre Lucero, Fernando trataba de mostrarse normal y aparentar que no se daba cuenta, pero era imposible no lanzarles miradas amenazadoras, algunos se voltean de inmediato y otros lo ignoraban por completo.
Se anotaron en la pista de espera y se quedaron ahí un par de minutos en lo que había una mesa libre.

-Señor Colunga y esposa.- Llamó el hombre encargado de la lista para hacerlos pasar.

-No...- Lucero iba a aclarar que no eran esposos pero Fernando la interrumpió agradeciéndole al empleado.

El joven los llevo hasta su mesa, les entregó las cartas con el menú, no tardaron mucho en elegir porque ambos quisieron pizza vegetariana y pidieron una para compartir acompañada de un vino Blanco.
Cuando les llevaron su comida, Fernando tomó una porción y le pasó una a Lucero también en su plato.

-¿Por qué no le aclaraste que no soy tu esposa?- Le preguntó Lucero.

-Ah no sé, no le di importancia ¿Te molestó?- En realidad le había gustado que todos los hombres presentes escucharan que era su esposa.

-No, sólo que me incómodo un poco por Tania, mi escolta que estaba cerca.- Contestó. -Pero bueno no importa.-

-¿Ella te debe seguir a todos lados?- Preguntó curioso pues no sabía mucho del asunto.

-Si, sólo cuando estoy con Rodrigo puedo librarme de ella.- Se encogió de hombros.

-Sigo sin entender porque de un momento a otro tuviste que tener seguridad en tu casa y hasta guardaespaldas que son como tu sombra.-

A la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora