Capítulo 47

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-¿Qué es?- Preguntó Lucero recibiendo la caja color beige con moño blanco.

-Velo tú misma.- Sonrió Fernando. -Sólo te aviso que esta vez no es para ti.-

-No lo puedo creer.- Dijo con ojos cristalinos sacando con delicadeza lo que había dentro de la caja.

-¿Te gusta? Lo vi el otro día que pasaba por afuera de una boutique de bebés.-

-Es precioso, yo ya lo había visto.- Respondió junto con una gran sonrisa que dejaba ver sus perfectos dientes.

-¿En serio? Que curioso.- Metió sus manos en los bolsillos de su pantalón mientras la veía embelesado.

-Lo vi justo el día que me enteré que estaba embarazada, bueno, minutos antes de que lo supiera.- Estiró sobre el escritorio el mameluco gris con estrellita blancas que hacia juego con un gorrito.

-Pues el destino quería que nuestro bebé tuviera esa ropita.- Contestó sorprendido.

-¿Nuestro?- Despegó su mirada de la prenda para verlo a él.

-Si, nuestro, tuyo y mío, nada más.- Se acercó a ella para abrazarla.

-Fernando…- Lucero trataba de seguir manteniendo la distancia con Fernando, pero a veces le era casi imposible.

-¿No te das cuenta de cuanto te amo? Ansío el momento en que por fin me aceptes cómo algo más que el “probable” padre de tu hijo.- Dijo sin soltarla.

-Ya hemos hablado de eso.- Era lo mismo que Lucero respondía cada que Fernando hablaba de ellos cómo pareja.

-Lo sé, pero no me rindo, sé que un día terminaras de aceptarme por completo y a amarme tanto como yo a ti.- Depositó un beso en su frente.

-Lucero.- Escucharon que llamaban mientras tocaban la puerta.

-Es Adriana.- Susurró Lucero alejándose rápidamente.

-¿Abro?- Preguntó Fernando algo nervioso, habían agarrado la costumbre de cerrar la puerta con seguro desde la vez que Adriana entró y casi los encontraba besándose.

-No, ¿Qué explicación le daremos de que estamos encerrados?-

-Lucero.- La llamó nuevamente la pelinegra.

-¿Qué hacemos entonces?- Preguntó de nuevo Fernando.

-Quédate al lado de aquel librero.- Fue lo único que se le ocurrió empujándolo hacia el rincón que quedaba libre entre el gran mueble blanco y la pared.

Lucero guardó rápidamente el regalo en una puerta del mismo librero y corrió a abrirle a Adriana.

-¿Todo bien? ¿Por qué tardaste tanto en abrir?- Dijo la pelinegra al pasar y ver discretamente a su alrededor.

A la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora