Capítulo 7

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No sabía que hacer, no quería armar un escándalo, si Rodrigo se daba cuenta iba a armar tremenda pelea con Fernando e iban a arruinar el evento de Adriana.

-Amor- Dijo nerviosa, Fernando inmediatamente quitó su mano. -Voy al tocador, ahorita regreso, te encargo mi bolso.-

-Si reina.- Se puso de pie y por educación Rodrigo y Fernando igual.

Lucero cruzo el salón directamente a la salida sin mirar atrás, sentía una mirada fija en su espalda y sabía que era la de Fernando, entró a la puerta en la que reposaba una placa que decía "Damas", cuatro puertas después de donde estaba la del evento.

Ya no sabía que hacer con esa situación, quería decirle a Rodrigo que Fernando estaba intentando algo con ella, pero también iba a tener que decirle que lo vio en la tienda de libros, que casi la besa cuando estaban en el súper y ella no hizo nada para evitarlo y que le acababa de agarrar la pierna estando él a lado.

No se lo podía decir, terminarían peleados no sólo ellos porque Lucero le ocultó cosas, sino Rodrigo con Fernando y cancelaría el pre contrato con Adriana cosa que le traería problemas legales a Rodrigo y afectaría la reputación de su empresa, pensó Lucero mientras se veía al espejo.

Había tomado una decisión, no le diría nada a su esposo pero tenía que encontrar la forma de ponerle un alto a Fernando Colunga sin que Rodrigo y Adriana se dieran cuenta de nada, pues debía mostrarse amable y normal con Fernando cuando ellos estuvieran cerca.

Salió por fin para ir de nuevo al evento pero se distrajo viendo en el pasillo una pintura al óleo impresionista de un paisaje del mar, tenía muchos años que no estaba en ese lugar y no se acordaba de aquella pintura.

-Buen paisaje ¿no?- No podía ser que Fernando Colunga no se cansara de seguirla.

-¿Qué haces aquí? ¡Déjame en paz!- Ni siquiera quiso voltear a verlo, ella siguió con la mirada fija en la pintura.

-Pero no es tan buen paisaje como verte a ti teniendo sexo en una oficina- Se atrevió a decir susurrándole al oido. -Aunque para que sea perfecto yo tendría que estar ahí en medio de sus piernas y no tu esposo.-

A Fernando ni siquiera le dio tiempo de quitarse cuando Lucero se giró furiosa dándole una cachetada, pocas veces en su vida le habían dado una, estaba seguro que esa era la que más fuerte había recibido de una mujer, pero eso sólo lo motivo a intentar algo más.

Sin pensarlo la jaló por la cintura y la beso a la fuerza, Lucero trataba de soltarse pero no podía, Fernando la tenía apretada a su cuerpo con un brazo por su cintura y la otra mano sujetando su cabeza hacía él para poder besarla mejor.

Lucero estaba demasiado nerviosa, sentía que en cualquier momento los verían besándose si salían su esposo o Adriana, como no la quería dejar le propinó un rodillazo en la entrepierna para que la soltara y claro que funcionó.

-En tu vida se te ocurra volver a hacerlo- Le dijo Lucero limpiándose los labios con poca delicadeza.

-Aparte de lo guapa que eres y lo sexy que te ves haciendo el amor, tienes la manita y la rodilla pesada- Contestó Fernando doblado con las manos en las rodillas para tratar de quitarse el dolor que le había causado su rodillazo. -Pero nada es tan exquisito como tus labios.- Rió entre gemidos de dolor.

-Eres un estúpido- Murmuró pues un señor iba pasando a lado de ellos. -Supongo es exactamente lo mismo le dijiste a la mujer con la que estuviste antes de venir-

-¿De qué hablas? Si fui por la amiga de Adriana- Contestó estirándose con dificultad.

-Pues vaya amigas que tiene tu novia- Se giró de nuevo a la pintura. -Cuidado con que la pobre de Adriana no vaya a ver el labial color vino que traes atrás en el cuello de tu camisa.- Cuando Fernando se agachó ella alcanzó a ver la mancha del lipstick y no podía ser de Adriana porque ella traía un tono rojo intenso como el de su vestido.

A la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora