Capítulo 34

468 47 11
                                    

Lucero conducía hacia su trabajo, ese día se le había hecho un poco tarde así que llevaba prisa por llegar lo antes posible.
Cuando llegó, bajo de su auto y se dirigió a la gran caja metálica, cuando presionó el botón del elevador, su bolso cayó al piso al sentir que alguien la rodeaba con un brazo al mismo tiempo que una mano le cubría la boca.

-No grites, no te voy a hacer nada.- Articuló la persona que la tenía agarrada.

Lucero sintió que el cuerpo se le helaba en cuanto reconoció la voz de aquella persona, era Julián.
Forcejeaba y trataba de gritar pero le era casi imposible, Tania y Monserrat no estaban cerca porque habían tenido que estacionarse lejos del elevador, Lucero rogaba porque alguna de las dos escoltas llegara pronto pues Julián la estaba jalando hacia un lado oscuro del estacionamiento.

-¡Lucero!- Escucharon gritar a Tania, seguro había visto su bolso tirado, pensó Lucero.

-Shh, no hagas ruido y cállate.- Dijo en voz baja Julián acorralándola contra la pared.

-¿En donde está?- Le preguntó a lo lejos Monserrat a Tania.

-No sé, su bolso estaba tirado y ningún carro ha salido desde que llegamos, tiene que estar por aquí- Respondió Tania caminando de un lado para otro.

-Quédate quieta por favor, no te voy a hacer nada, yo te quiero.- Le repetía Julián a Lucero desesperado.

-Yo busco rápido aquí en el sótano y tú ve a buscarla arriba, a lo mejor vio a Julián y se alcanzó a meter al elevador.- Dijo Monserrat. -Le pediré al guardia de la puerta que cierren todas las entradas.-

-Maldita sea.- Murmuró Julián al escuchar eso. -Cuídate mucho, voy a regresar por ti, ¡ahora grita!-

Julián golpeó fuertemente una reja que estaba cerca para llamar la atención de la escolta y regresara de nuevo a ellos, tenia que salir de ahí antes de que cerraran todas las puertas, le pidió a Lucero que gritara para que la pelinegra fuera hacia ella y no alcanzara a llegar con el guardia, sin embargo, Lucero casi no podía hablar.
Él se escondió detrás de un muro para poder correr sin que Monserrat lo viera y lo logró hasta ese momento, cuando la vio llegar a donde había dejado a Lucero, él corrió a la puerta, pero Monserrat alcanzó a verlo.

-Lucero ¿Estas bien? ¿Te hizo algo?- Preguntó la escolta preocupada acercándose a ella.

-No me hizo nada.- Logró articular, pues se estaba hiperventilando.

-¡Lucero!- Escucharon la voz de Fernando.

-¡Aquí está!- Gritó Monserrat para que se acercara a ellas. -Necesito ir por Julián pero no puedo dejar sola a Lucero.-

-Ve, yo me quedo con ella.- Dijo Fernando sosteniendo a Lucero por los brazos.

-No puedo… no puedo respirar.- Lucero sentía que las piernas no le respondían y cada vez le costaba mas trabajo estar de pie.

-Tranquila, respira ¿Tienes asma?- Preguntó Fernando preocupado.

-No.- Se limitó a responder.

-Ven, vamos arriba.- Intentó hacerla caminar pero se dio cuenta de que las piernas le temblaban, así que la cargó hasta el elevador, esperó nervioso a que llegara mientras le pedía que se tranquilizara, subieron hasta la oficina de Lucero y Fernando la deposito en el sofá.

-Julián.- Dijo Lucero llena de pánico.

-Bonita no entiendo nada, pero trata de tranquilizarte, respira.- Le pedía Fernando, estaba muy nervioso pues no sabía que hacer ni que le estaba pasando a Lucero pero la veía muy mal y le preocupaba que no estuviera respirando.

A la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora