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Jimin.

Cuando llego a la estación, no hay nadie esperando por mí. Nadie que conozca, de todos modos. Un taxista de mirada aburrida espera por mí con un trozo de cartón en el que ha escrito <Park>.

—Ese soy yo —le digo.

Parece dudar. No luzco como un pijo de escuela pública, especialmente cuando no estoy vistiendo mi uniforme. Mi cabello es muy corto (me lo rasuro cada año al final del período), mis tenis son baratos y no tengo aires indiferentes; no puedo mantener mis ojos quietos.

—Soy yo —le repito, un tanto altanero —¿Debo enseñarte mi ID?

El taxista suspira y baja el letrero.

—Colega, si lo que deseas es que te deje botado en el medio de la nada entonces no voy a discutirlo.

Entro en el taxi y aviento mi bolso en el asiento junto a mí. El conductor enciende el motor y luego la radio. Cierro mis ojos; viajar en auto me da  nauseas en mis mejores días, y hoy no es un buen día. Estoy nervioso, y solo he comido una barra de chocolate y una bolsa de papas con queso y cebolla. Ya estoy casi ahí.

Será la última vez que haga esto, que  regrese a Watford en el otoño. Regresaré, pero no de esta forma, no como si estuviese regresando a casa. «Candle in the Wind» empieza a sonar en la radio y el conductor canta cada palabra. Candela en el viento es un hechizo peligroso. Los chicos en la escuela dicen que puede ser usado para darte más, ya sabes, stamina. Pero si llegaras a enfátizar la sílaba incorrecta, terminarías prendiendo un fuego que no podrías apagar. Un fuego literal. Nunca lo he intentado, aún si lo estuviese necesitando; nunca he sido bueno con el doble sentido. El taxi pasa  sobre un bache y yo salgo disparado hacia el  frente, agarrándome del asiento en frente de mí.

—Ponte el cinturón —me ordena el conductor.

Y lo hago, dando un vistazo alrededor. Ya estamos fuera de la ciudad y adentrados en el campo. Paso saliva y enderezó los hombros.

El taxista regresa a su pequeño concierto, cantando aún más fuerte

—never knowing who to turn to—  como si ahora estuviera metiéndose en  el espíritu de la canción.

Considero decirle a él que se ponga el cinturón. Pasamos sobre otro bache, y mi cabeza casi se estrella contra el techo del auto. Estamos en una carretera sin pavimentar. Y me doy cuenta de  inmediato que este no es el  camino a Watford. Alzo mis ojos hacia el espejo retrovisor para ver al conductor. Algo anda mal, su piel es de un verde profundo y sus labios son rojos como la carne fresca. Y luego lo miro a él, un taxista regular, sentado frente a mí. Mostrando sus dientes torcidos mientras canta a Elton John. Vuelvo a  verlo en el espejo: su piel verde, sus labios rojos; hermoso como una estrella del pop. Es un duende.

No espero a averiguar qué propósitos tiene. Llevo mi mano hacia mi cadera y empiezo a murmurar el hechizo de invocamiento de la Espada de Magos. La Espada es un arma invisible, más que  invisible, de hecho: Ni siquiera está ahí hasta que pronuncias las palabras mágicas. El duende me escucha y nuestros ojos se encuentran en el espejo retrovisor. Me sonríe maliciosamente  mientras saca algo dentro de su chaqueta. Si Jungkook estuviera aquí, haría una lista de todos los hechizos que  podría usar en este momento. Probablemente hay algo en Francés que me ayudaría perfectamente. Pero tan pronto mi Espada aparece en mi mano, aprieto la mandíbula y la lanzo a través del asiento que tengo enfrente, arrancando la cabeza a medio girar del duende junto con el reposacabezas. Voilà.

Él sigue conduciendo por un segundo; después el volante empieza a girar  salvajemente. Gracias a la magia no hay  nada separándome del habitáculo, porque puedo desabrochar el cinturón y cruzarme de asiento (al lugar del duende ahora decapitado) para agarrar  el volante. Su pie aún debe de estar presionando el acelerador porque ahora ya estamos fuera de la carretera y seguimos acelerando. Intento llevarnos de regreso al camino, pero en realidad no puedo conducir. Giro el volante hacia la izquierda y un costado del vehículo impacta contra un cerco de madera, activando la bolsa de aire y golpea mi rostro. Salgo volando hacia atrás, el auto sigue impactando contra algo que probablemente es más cerco.

𝐾𝑒𝑒𝑝 𝐺𝑜𝑖𝑛𝑔 (𝑲𝒐𝒐𝒌𝒎𝒊𝒏)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora