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Jin.

Muy delgado.

Se ve muy delgado. Y algo aún peor... enlíado.

Jimin siempre se ve mejor tras pasar unos cuantos meses atracándose con la carne asada de Watford. (Y pudín de Yorkshire y té con mucha leche. Y embutidos. Y sándwiches de mantequilla.) Él es un poco ancho de los hombros con una pequeña nariz, y cuando se pone demasiado delgado, su piel simplemente cuelga de sus pómulos. Estoy acostumbrado a verlo así de delgado, cada otoño.

Pero esta vez, hoy, es peor. Su rostro se ve agrietado. Sus ojos están alineados de rojo y la piel alrededor de ellos luce áspera y desigual. Sus manos son de color rojo también, y cuando cierra  el puño, sus nudillos se vuelven blancos. Incluso su sonrisa es terrible. Muy  grande y muy roja para su rostro.

No puedo verlo directamente a los ojos. Lo agarro de sus mangas cuando se acerca a mí, y me siento aliviado cuando sigue caminando. Porque si no lo hiciera, probablemente yo no lo dejaría ir. Probablemente lo agarraría, lo sujetaría, y nos llevaría tan lejos de Watford a como mi magia nos permita.

Podríamos regresar cuando todo haya terminado. Dejar que el Mago, los Pitch, el Humdrum y el resto del mundo se encargue de las guerras que al parecer aman tanto. Jimin y yo podríamos mudarnos a un apartamento en Busan. O Gogcha. O Daegu. Yo leería y escribiría. Él dormiría y comería.

Y ambos viviríamos hasta los diecinueve. Incluso hasta los veinte. Lo haría. Me lo llevaría lejos... si no creyera que él es el único que puede hacer una diferencia aquí. Si me llevara a Jimin y lo mantuviera a salvo... No estoy seguro si habría un Mundo de los Magos al que regresar.





 No estoy seguro si habría un Mundo de los Magos al que regresar

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𝐾𝑒𝑒𝑝 𝐺𝑜𝑖𝑛𝑔 (𝑲𝒐𝒐𝒌𝒎𝒊𝒏)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora