CAPÍTULO 4

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Samuel tomó la quinta avenida hacia el Norte mientras sentía la sangre correr violentamente por sus venas. Respiraba profundamente intentando sacudir la ira de su sistema, pero cada nueva exhalación era un fracaso. Se repetía una y otra vez que debería mantener la cabeza fría y actuar con inteligencia.

La insistente luz verde en el tablero lateral del auto titilaba sin descanso indicándole que tenía una llamada entrante, y quien fuese, no estaba dispuesto a desistir. Con la rabia aun sofocándolo presionó un botón en el volante y aceptó la llamada.

—Señor, debería bajar la velocidad, sí no lo hace terminarán multándolo. —Al escuchar la voz, miró por el retrovisor y vio las camionetas siguiéndolo, sin dar ninguna respuesta finalizó la llamada y se orilló bruscamente. El Lamborghini apenas se detenía cuando la puerta del lado del chofer empezó a elevarse.

Samuel bajó del auto y se encaminó hacia donde habían estacionado las camionetas, llegó hasta una de ellas y observó a los dos hombres que estaban dentro.

—¿Desde cuándo se supone que son mis niñeras? —le preguntó furioso a uno de los guardaespaldas que se bajó para recibirlo—. Le he dejado claro a Reinhard que no los necesito, así que pueden largarse ahora mismo —gruñó soltando toda su frustración sobre los pobres hombres que no hacían más que seguir órdenes.

—Señor, debe disculparnos, pero sólo aceptamos las órdenes del señor Garnett, y las órdenes precisas del señor son custodiarlo a usted y al joven Thor 24/7.

—Pues es mi puta vida, y sí les digo que no me sigan, ¡no me siguen! ¿Está claro? —gritó de nuevo, frustrado por ver fracasado su esfuerzo de mantenerse en control, aun cuando llevaba casi toda su vida preparándose para ello.

—No podemos hacer eso joven, deberá usted mismo hablar con su tío y que después él no los comunique, mientras tanto seguiremos cumpliendo las órdenes que nos fueron impartidas.

Exhaló con fuerza reprimiendo el deseo de golpear a los pobres hombres.

—¡Bien! —gritó —. ¡Se largan ahora mismo o mañana entablo una demanda por acoso! —advirtió.

—No lo acosamos —respiró hondo uno de los hombres, reacomodando el intercomunicador en su oído mientras intentaba mantenerse paciente—. Sólo velamos por su seguridad, señor —aclaró el hombre que ya estaba preparado para aquella situación, ya que Reinhard los había puesto sobre aviso—. Es nuestro deber y eso está claro, no hay demanda que nos afecte, al menos que quiera demandar a su tío.

—Lo único que quiero es que no me jodan la vida... Iré a donde quiera, saldré con quien quiera, no acepto sugerencias, ni consejos, ni nada que se le parezca, soy un hombre de veintiséis años, dueño de mis actos y decisiones, su deber es sólo intervenir si yo se los pido, si no se mantienen al margen... —bufó exasperado intentando calmarse—...estaba esperando que ese hombre me tocara para sacarle a pasear la madre, y llegan ustedes en plan de súper niñeras y pasan por encima de mi autonomía, no quiero que se metan en mi vida, si van a hacer su trabajo que sea a metros de distancia, no quiero verlos cerca de mí —gruñó por última vez y se encaminó al Lamborghini, sintiéndose molesto y derrotado porque sabía que no podía ir en contra de su tío. Ésta era la quinta vez que descubría a los guardaespaldas que le fueron asignados.

****

Su respiración aún estaba agitada, había pasado mucho tiempo desde la última vez que se había sentido tan impotente y llena de rabia. Hubiera querido deshacer el maldito automóvil con sus propias manos, tristemente, sólo estuvo cerca de destrozar su mano que ahora taladraba con un espantoso dolor punzante.

Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora