CAPÍTULO 27

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Era un momento que había dilatado demasiado y que, aunque se había prometido no llorar, no podía evitarlo. No al ver como Rachell sollozaba ante la despedida, mientras Reinhard esperaba por ella en la planta baja de la boutique.

Ese día Sophia no había ido a trabajar porque necesitaba estar en el departamento para que el servicio de mudanza sacara las pocas cosas que iba a llevarse y en eso se le fue toda la mañana.

—No seas tonta Rachell —pidió estrechándola fuertemente entre sus brazos—. Prometo venir todos los fines de semana —sorbió las lágrimas tratando de hacer el momento menos nostálgico—, y tendrás que hacerme espacio en medio tuyo y del fiscal. No hay solución te tocará aguantarme y no creas que solo yo viajaré, pon de tu parte y ve un fin de semana a Río.

—Intentaré hacerlo, ay Sophie... Sophie, sé que soy una estúpida por ponerme así pero no puedo evitarlo. Soy egoísta, pero comprende que tú y Oscar son las personas que más quiero, a las que me he aferrado y no es fácil.

—Siempre que quieras podremos vernos, hablaremos todos los días por Skype e igual seguiremos trabajando juntas. Te llevaré el trabajo desde Brasil. Agradece que seamos de la era tecnológica y todo es más fácil. —Trataba de tranquilizar a su amiga mientras le frotaba la espalda.

—No te lo he dicho y quiero que lo sepas. Estoy muy feliz por ti, verdaderamente lo estoy. No te mereces menos y sé que serás una madre excelente y voy a querer mucho a ese niño, será mi sobrino y contará con la suerte de ser el primer niño que le guste a Rachell Winstead.

—Más te vale que así sea —le advirtió sonriendo a través de las lágrimas.

—Te prometo que voy a consentirlo. Por favor Sophie cuídate y pórtate bien, no le saques más canas al señor Garnett.

Sophia rompió el abrazo y mirándola al rostro empezó a enjugarle las lágrimas que rodaban por las mejillas de Rachell y ella la imitó.

—Las canas no se las saco yo, se las saca las desveladas que se da por andar jugueteando por allá abajo —dijo señalándose la zona sur del cuerpo.

—¡Sophie por favor! —reprochó Rachell sonrojada—. No quiero saber las cosas que haces con el señor Garnett.

—Ups, es que olvidaba que es tu suegro —dijo guiñándole un ojo y con eso le sacó una sonrisa a Rachell, cumpliendo el objetivo que se había propuesto antes de irse—. Ahora sí, no puedo quedarme más tiempo porque se nos hace tarde y no quiero que Reinhard pierda otro día de trabajo por mi culpa. Te he dejado todo listo para esta semana, ya tienes a las dos chicas nuevas y están entrenadas en lo que tienen que hacer.

—No se van a comparar contigo —chilló Rachell conteniendo las lágrimas.

—Eso lo sé —acotó con supremacía y la tomó de una mano.

Ambas chicas se encaminaron a la planta baja donde las esperaba Reinhard y Oscar con los ojos cristalizados por las lágrimas que su orgullo masculino no le permitía derramar.

Sophia recibió las manos de Oscar y se aferró al cálido agarre mientras se miraban a los ojos y a ella se le derramó un borbotón de lágrimas.

—No creas que estoy llorando porque te dejo. Es que el bebé me tiene muy sentimental. —Utilizó la más tonta de las excusas.

—Te voy a extrañar. Mi pequeña loca pelirroja —le dijo con voz ronca.

—Y crees que te voy a dejar tiempo para que me extrañes ¿acaso te has vuelto loco? Sí te llamaré todos los días para molestarte, en algo tendré que entretenerme. —hablaba y no podía controlar las lágrimas que corrían con gran rapidez por su rostro.

Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora