Una esculpida espalda desnuda ascendía y descendía acompasada por la calma respiración del sueño tranquilo, y un brazo fuerte descansaba sobre una línea dorsal delicada, más abajo, una torneada pierna reposaba dominante sobre un llamativo trasero. Sus rostros lucían serenos y parecían estar plácidamente sumergidos en el más profundo de los sueños. Recuperando las energías consumidas después de haber hecho un derroche con sus cuerpos enredados, en dos oportunidades durante la madrugada y parte de la mañana.
—¡Rachell! ¡Rachell! ¿Estás en casa? —La estridente voz de Sophia, resonó demasiado animada desde algún lugar en el apartamento.
Rachell escuchó la voz lejana que se acercaba cada vez más a medida que la sacaba del sueño placentero en el que se encontraba. Sus parpados se abrieron reticentes y se despertó con una deliciosa sensación de irrealidad, se pasó las manos por el cabello, parpadeando varias veces dejó que sus ojos recorrieran la dorada pierna que la apresaba con tanta posesión, que odiaba admitir que le encantaba como se sentía aquel peso sobre su trasero. Dios, el hombre estaba monumentalmente bueno, las cobijas apenas si lo cubrían y toda esa piel latina se extendía cálida y tentadora frente a sus ojos.
—¡Mierda! –exclamó sorprendida. Se incorporó con violencia, haciendo que sus cabellos se agitaran con energía y le cubrieran el rostro. Los pasos de su amiga aproximándose a su habitación hicieron que entrara en pánico—. Samuel... Samuel, levántate. —le pidió en susurros, pero él en medio del sueño sólo le llevó el brazo al torso obligándola a acostarse nuevamente—. ¡Qué te levantes!
—¿Qué pasa? —preguntó él. Quejándose con un sensual ronroneó la pegó aún más contra su cuerpo. Apenas abriendo sus dorados ojos felinos.
—Corre... Sophia, mi amiga... escóndete. —Lo instó halándolo por una mano—. Esa puerta de ahí es el armario.
—¿Ahora soy un adolescente? ¿Qué no eras suficientemente madura? ¿Una mujer dueña de sus actos? —Decía él aún adormecido—. Ni de mierda voy a saltar desnudo por la ventana.
Samuel entrecerró sus preciosos ojos mirándola con sospecha y desaprobación. Sí, la estaba llamando absurda cobarde con una sola mirada, pero justo en ese momento le importaba un pepino. Responder incomodas preguntas de Sophia implicaba que ella misma se detuviera a pensar en el asunto, y sabía que su línea de pensamiento la llevaría inevitablemente a un lugar al que no quería ir.
—Cállate y escóndete —ordenó empujándolo con las manos en hacia el armario.
—¿Y por qué lo haría? —La cuestionó—. ¿Qué me darás para que obedezca?
Rachell arqueó una ceja.
—¿Una patada entre las piernas?
Samuel le sonrió mordiéndose los labios.
—No creo que eso me motive mucho a mantenerme quitecito —le dijo antes de girarse y abalanzarse contra ella, pegándola a una pared—. ¿Al menos obtendré luego una recompensa sí me porto bien? —habló contra la piel de su cuello, rotando la pelvis contra ella.
Rachell gimió bajito, sintiendo que su pulso se desbocaba entre las provocaciones de Samuel y el miedo a ser descubierta in fraganti por Sophia.
—Tal vez... —susurró.
—Me tomaré eso como una promesa —sentenció él liberándola.
Lo dejó dentro del armario tomó un albornoz magenta que fluía ondulante sobre su cuerpo. Amarrándoselo con rapidez salió del vestidor cerrando la puerta y se encontró con Sophia entrando en su habitación.
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Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)
RomanceEl director de una prestigiosa firma de abogados y exitoso fiscal del distrito de Manhattan Samuel Garnett, vive sin restricciones, experimentado, aventurero, apasionado e intenso. No le gustan los compromisos y se verá envuelto en una explosión de...