CAPÍTULO 21

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El sol brillaba sobre su cabeza, aún era muy temprano pero ya hacía calor. Samuel apagó su reproductor de música y se detuvo cerca de uno de los bordes de la fuente Bethesda en el Central Park. Inhaló y exhaló profundamente varias veces intentando normalizar su pulso, estiró las piernas y brazos sin dejar de mirar la escultura del ángel frente a él.

Había hecho casi el mismo recorrido prácticamente todas las mañanas durante los últimos años, y nunca se había detenido a apreciar en realidad la enorme fuente. Soltó una fuerte bocanada de aire por última vez y sacó el móvil del bolsillo de su sudadera, rápidamente buscó a Megan entre sus contactos, y le envió un mensaje de texto preguntándole si estaba en el parque aquella mañana.

Un par de minutos después, aún no había recibido una respuesta, se sentó en el borde de la fuente y se decidió a esperarla un poco más. Llevaba más de una semana sin tener ninguna comunicación con ella, y por alguna razón, quería asegurarse que todo estuviera bien. Rodó los dedos sobre el celular y sus ojos se detuvieron sobre una imagen que lo hizo sonreír con algo parecido a la ternura, oscureció la pantalla y regresó el aparato a su bolsillo.

—¡Hola Samuel! —Escuchó la voz animada de Megan a sus espaldas—. ¡Pensé que te había tragado la tierra!

—Bueno —Sonrió Samuel contagiado con su entusiasmo—, la verdad es que me habían abducido los extraterrestres.

Megan le dio una de sus adorables sonrisas inocentes como respuesta, y se sentó a su lado en la fuente.

—¿Cómo estás? —indagó cuidadoso.

—Bien. —respondió ella—. ¿Sabes?, de hecho, en este momento muy bien... Imagino que has tenido mucho trabajo...

Samuel la interrumpió sin mucha cortesía.

—Algo... ¿Cómo van tus clases?

Megan se quedó mirándolo en silencio por varios segundos, tratando de sacudir su mente.

—¿Sí lo que preguntas es sí aprobaré?, la respuesta es sí, voy a la universidad para obtener mi título.

Samuel elevó una ceja con reprobación.

—¿Tienes malas notas, Megan?

Ella volvió a reírse de aquella manera tan encantadora que marcaba ligeramente el asomo de un hoyuelo en su mejilla izquierda. —Muy malas —le dijo y sus ojos brillaron—. Ya te he dicho que hago justo el esfuerzo necesario.

Samuel no pudo evitar sonreír por la picardía en su voz, agachó la cabeza y negó repetidas veces sin animarse a decirle nada en realidad.

—Ya tengo la melodía —habló Megan, cambiando el tema rápidamente—. La he estado tocando y cada vez me sale mejor, mis dedos se están haciendo más hábiles —le dijo haciendo serpentear sus dedos en el aire—. Cuando quieras puedes venir a mi casa y practicamos juntos.

La sonrisa abandonó los labios de Samuel y su gesto se endureció de inmediato.

—Me parece Megan, que esa no es una buena idea —dijo con más severidad de lo que pretendía.

—No te preocupes por mi papá —Se apresuró ella a decir—. No estará en casa, además ya le he dicho a mi mamá y ella se muere por conocerte.

—¿Tú madre quiere conocerme? —Giró Samuel rápidamente la cabeza en dirección a Megan, clavando su mirada en ella. Sus ojos a la brillante luz de la mañana lucían amarillos como las semillas de mostaza.

—Claro que sí —contestó ella animada—. Le he dicho que eres mi amigo y lo que has hecho por mí, y también quiere disculparse por lo que hizo mi papá aquel día en la clínica.

Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora