Se había metido en el jacuzzi por casi dos horas luego de llegar del Central Park, había sido capaz de admitir que el beso le había movido algo más que el piso, y que sus ganas de acostarse con Megan no habían hecho más que incrementarse, pero también sabía que todo aquello le requería un esfuerzo extra. La chica era virgen y probablemente querría regordetes cupidos encargándose de todo el asunto, él no quería enredarse y terminar enlodado en pegajosos dramas rosas, pero había llegado a la conclusión que ellos podrían lograr un buen acuerdo. Sí bien no le daría una primera vez romántica, sí podría darle una de lujo, podía llevarla a donde quisiera y hacer lo que ella quisiera, pondría el Kama Sutra mismo a su disposición. A cambio, él se aliviaría el dolor palpitante entre sus piernas.
No había rastro de Samuel y la verdad no le interesaba que apareciera, el cabrón era realmente bueno en lo que hacía, y no le tomaría más que unos cuantos minutos saber que escondía algo, y otros tantos en deducir de qué se trataba. El estómago le gruñó y se decidió por salir a buscar algo que comer, salió del apartamento buscando algún restaurante cerca, y resultó que nada se le antojaba, ¿qué diablos le pasaba?
Se detuvo en algunos de los puestos ambulantes y frente a varios restaurantes, pero no se decidió por ninguno. Más de cuarenta minutos después caminaba por la avenida Madison, y su estómago le gritaba a su incoherente cerebro que se detuviera de una maldita vez a comer lo que fuera. Torció la boca en una mueca y se detuvo en la esquina de la calle 96, frente al él, un discreto toldo rojo mate llamó su atención. Era un restaurante pequeño, y al salir uno de los clientes, la puerta entreabierta lo llenó de los olores más pecaminosos. Justo lo que estaba buscando.
El lugar era muy acogedor, repleto de booths marrones a la usanza de los años cincuenta y pequeñas mesas esmaltadas como salidas de alguna película de gánsters. Al parecer no había un maître ni nadie que le diera una mesa, se encogió de hombros y caminó hasta llegar a la barra. Tuvo que reprimir la risa cuando una chica mascando chicle se le acercó a atenderlo, le preguntó si podía ordenar comida en la barra, y ella le dijo que no habría ningún problema, esta vez se permitió sonreír y la chica se sonrojó hasta las orejas.
Decidió tomar una ensalada Corfu, un wrap de pavo, una generosa orden de papas a la francesa y un vino blanco helado con hierbabuena y menta. La comida había estado perfecta, y por primera vez en horas, alejó su mente de la maraña de planes absurdos que intentaba diseñar para llevarse con la menor cantidad de inconvenientes a Megan a la cama.
La deliciosa y refrescante copa de vino estaba a la mitad cuando el celular vibró en el bolsillo de sus jeans, tomó un sorbo más y lo revisó.
Acabo de recordar cuanto me gusta tu boca.
Megan B.
Y ahí estaba de nuevo la razón de su obsesión, con aquel mensaje tan inofensivo, calentándolo hasta niveles indecibles. Definitivamente debía revisar sus fijaciones con aquello que estaba fuera de su alcance.
Tenemos que hacer algo al respecto.
Thor G.
¿Qué propones Sr. G?
¿Señor?
LOL Thor...
¿Qué estás haciendo?
Tareas "#$%&*
Las niñas buenas no usan malas palabras!
No quiero ser una niña buena... "#$%&*
Eso suena prometedor...
Eso espero...
Qué tal un tour por el CP? Para que ya no seas una vergüenza para NY.
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Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)
RomanceEl director de una prestigiosa firma de abogados y exitoso fiscal del distrito de Manhattan Samuel Garnett, vive sin restricciones, experimentado, aventurero, apasionado e intenso. No le gustan los compromisos y se verá envuelto en una explosión de...