CAPÍTULO 51

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Rachell había pasado toda la tarde en la cocina tratando de preparar la cena. Aunque se esmeraba sabía que ni en sueños podría lograr algo especial, no obstante, se estaba esforzando.

Cada minuto libre se lo dedicaba al cachorro que corría de un lado a otro jugando con una pelotita de papel que ella le había hecho. Aprovechó su tiempo y se puso de cuclillas.

—Ven, ven aquí —le pidió y el perro corrió hacia ella como si desde hacía mucho tiempo la conociera—. ¡Qué bonito! —hablaba emocionada acariciándolo, rememorando ese efímero momento de su niñez en que compartió con una mascota. Estaba segura de que esta vez lograría conservarla por más tiempo.

Se había negado la oportunidad de poseer otro animal que se le robara el corazón, pero no pudo evitar enamorarse de esa pequeña pelota de pelo blanco y gris, apenas lo vio ocupando el puesto del copiloto de la camioneta.

Samuel había pasado toda la tarde, encerrado en la habitación, suponía que estaría descansando y ella no quería molestarlo, por primera vez en la vida se sentía como una mujer de hogar dedicando un poco de tiempo también a organizar y limpiar la cocina, para que al menos la cena de fin de año fuese memorable en ese lugar prácticamente alejado del mundo.

Al terminar la cena se fue a la sala, sacudió y organizó los cojines del sofá y de los sillones, encontrándose el block de dibujos que había olvidado por completo y que era lo único que le había brindado un poco de consuelo en los días de sufrimiento.

Había creado dieciocho diseños en el mes que se mantuvo completamente sola en ese lugar y en su momento solo dejó que su imaginación volara sin siquiera estar totalmente dispuesta para crear algo, encontraba matar el tiempo diseñando y aunque en un principio le habían gustado, ahora que los revisaba en las prendas encontraba la melancolía que la embargaba y definitivamente no le gustaban.

Decidida caminó hasta la chimenea para lanzar el block, al menos servirían para avivar el fuego unos segundos y brindarían un poco más de calidez al lugar.

—¿Qué haces? —preguntó Samuel sorprendiéndola y deteniéndola en su resolución de echar al fuego los diseños estampados en papel.

—Casi nos quedamos sin fuego —alegó agitando el block en la mano—. Y esto servirá para avivarlo un poco.

—Hay suficientes leños —dijo enarcando una ceja y su mirada displicente se ancló en la pila de troncos que estaban a un lado de la chimenea de piedras.

El perro salió corriendo de alguna parte de la cabaña y empezó a arremolinársele en los pies de Samuel, dando vueltas ganándose la atención en el momento en que empezó a jalar con sus dientes los cordones de las botas.

—Me prestas el block —solicitó extendiendo una de sus manos, mientras trataba de que el perro le dejara los cordones de sus H&M.

—¿Para qué lo quieres? —preguntó llevándose el cuaderno de dibujos detrás de la espalda.

—Solo quiero ver algo, porque estoy seguro de que quieres deshacerte de algo sin siquiera consultar mi opinión.

—Ay Sam, por favor cualquier cosa que te muestre te va a gustar. —aseguró conociendo al hombre que tenía enfrente.

—¿Cómo puedes saberlo? ¿Acaso no confías en mí? —dirigió la mirada al perro que tironeaba de uno de sus cordones ya suelto—. Deja eso —le dijo con autoridad y el cachorro soltó automáticamente el cordón y salió corriendo.

—Porque no puedes ser objetivo —alegó completamente convencida.

—¿Qué te hace pensar que no puedo ser objetivo? Sé que puedo dar mi opinión más sincera.

Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora