CAPÍTULO 40

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Aún no había terminado de despertar, cuando un agudo dolor de hizo que se llevará las manos a la cabeza, sentía que explotaría en millones de pedazos. No recordó nada hasta que su mirada captó a su lado dormido boca abajo al hombre desnudo con el mejor cuerpo que alguna vez hubiese visto, y esto por supuesto, le ayudo un poco a aclarar las ideas.

Recordaba lo besos, el vino, besos, vino y más vino, después besos y caricias mientras la desnudaba, desde ahí todo quedaba en blanco.

Se puso de pie y con los efectos del vino aún en ella, la hermosa habitación todavía daba vueltas. Entró al baño y decidió ducharse para ver si el agua le ayudaba con todo el aturdimiento del que era presa. Samuel apenas escuchó que la rubia entró al baño abrió los ojos, esperó un par de minutos y salió de la cama, y llamó a la puerta mientras escuchaba el agua de la regadera.

—Buenos días... —No recordaba el nombre de la mujer y maldijo mentalmente—. Cariño, se me hace tarde para ir al trabajo, termina de arreglarte y paso por ti en media hora.

—Está bien, estaré lista —le hizo saber ella al otro lado de la puerta, tan fuerte como para que él pudiese escucharla aún a través del sonido del agua.

Se puso una bermuda de las que tenía en el armario de esa habitación, y salió encontrándose a Thor tomando su matutina taza de café.

—Buenos días primo —lo saludó acercándose y sirviéndose un poco para él.

—¿Qué tal la fiesta? —preguntó Thor sonriente.

—Bien, lo de siempre.

—Yo me voy al trabajo, no quiero que se me haga tarde... —hablaba cuando Samuel intervino.

—Aún es temprano, ahora ni coges, ni duermes de más... ¿Qué pasa contigo?

—Nada —respondió Thor encogiéndose de hombros—. Será que tengo algún virus y no me he dado cuenta.

—Thor, enserio, ¿pasa algo?, ¿hay algo que quieras contarme?

Ante las palabras de Samuel, se vio tentado a iniciar el tema de conversación, de contarle que mantenía una relación con Megan, miró los ojos ámbar de su primo y pensó que, si lo hacía con el tacto suficiente, él entendería lo que le estaba pasando, pero estaba seguro que eso llevaría mucho tiempo, no los minutos que pudiesen durar mientras compartían una taza de café, y una mujer se encontraba en la habitación al fondo del pasillo.

—No hay nada que contar, debo irme ya, no puedo llegar tarde al grupo. —Se despidió dejando la taza de café sobre la barra.

—¿Es con el grupo? ¿No van bien las cosas? ¿Has jodido algo?

—Samuel, deja al fiscal de lado, ya bájale un poco al interrogatorio, todo está bien, si te digo que todo está bien es porque así es. ¿Acaso no confías en mí? Ah no, claro, se me olvidaba que tú no confías en nadie, ni siquiera en la mujer que supuestamente amas. —Lo acusó sin disimular, y caminó rumbo al ascensor privado.

—¿Podríamos tener una conversación en la cual no menciones a Rachell?, estoy intentando olvidarla. ¿Contento? ¡Quiero sacármela de adentro! —exclamó abriéndose de brazos y sintiéndose derrotado—. Las cosas con ella no van para ningún lado, no somos compatibles, no es mi tipo.

—¡Ah! ¿Ahora no es tu tipo? —le cuestionó dándose media vuelta para encararlo nuevamente.

—No hablo físicamente, es su forma de ser, no puedo estar con una mujer que no me es clara.

—¿Tú le eres claro a ella? Digo, no te gusta porque no hace lo que tú dices, no es una borrega cómo la estúpida que tienes allá adentro, una cabeza hueca que no puede forjar sus propias ideas —le dijo señalando hacia el área de las habitaciones de la planta baja, haciendo que esa molestia que sentía contra su primo por estarse comportando como un imbécil estallará.

—Ahora me sales con clases de filosofía, no me jodas Thor, tú menos que nadie. ¿Qué coño te pasa? Nunca has sido participe de las relaciones estables porque te desgastan, no puedes estar más de un mes con la misma mujer porque te aburres, y ahora me vienes con estas insinuaciones de amor empalagoso, instándome a que luche por una mujer que no puedo entender.

—Eso es justo lo que pasa, quieres entenderla, llegar al punto final, te empeñas en eso y no te entregas a conocerla poco a poco, ¿acaso no te has puesto a pensar porque ha sido la única mujer que quieres conocer?, porque a las que hablan hasta por los codos las mandas a callar, las que quieren contarte de su vida las dejas con la palabra en la boca.

—Precisamente por eso, porque ella no me cuenta nada, nada de su vida, no sé de su familia, ¿Que aspiraciones tiene? ¿Qué es lo que quiere de mí?

—¡Excusas Samuel! ¿Alguna vez intentaste de verdad hacerle todas estas preguntas? —Su primó no dijo una sola palabra—. ¿Y qué quieres que ella quiera de ti? ¿Qué te arrastre a las Vegas y te case mientras estás borracho en una capilla a media noche? ¿Le has preguntado qué es lo que verdaderamente quiere de ti? Yo te apuesto diez a cero a que no lo has hecho, y tú menos le has dicho que es lo que quieres de ella.

—No... no lo he hecho —contestó sin miramientos.

—¿Y por qué no lo haces? ¿Dónde está toda esa labia que posee Samuel Garnett?

—¡No lo sé! Con Rachell todo, todo es diferente, no me salen las ideas, no puedo seguir el mismo maldito patrón que con demás, intento ser sincero contigo Thor, somos primos y cómplices, pero no me juzgues porque no estás en mi lugar, y esto es un maldito calvario. Ahora mismo tengo demasiadas cosas atormentándome la cabeza.

—Eso lo comprendo, y lo respeto, sólo no sigas comportándote como un idiota, deja de lado el orgullo, así como tienes bolas para cometer errores, también debes tener bolas para enmendarlos, se vale que tú también pidas disculpas, que aceptes que te has equivocado, no eres perfecto. ¡Hombre! Y yo tampoco lo soy, aun cuando fuera de este lugar todos nos vean como si lo fuéramos, sólo por ser hijos del gran Reinhard Garnett y quieran ser como nosotros, bien sabes que no ha sido fácil, para ti menos que nadie, tan sólo espero que muy pronto también te abras a entenderme, que por un momento te pongas en mi lugar...

—Buenos días —la voz cantarina de la rubia los interrumpió...

—Buenos días —saludó Thor—. Debo irme, me avisas si vamos a almorzar aquí o si vamos a algún restaurante.

—Le diré a Sonia que prepare el almuerzo —le informó Samuel.

—Está bien, entonces estaré aquí a las doce. —Entró al ascensor y desapareció.

—¿Quieres café? —le preguntó a la chica queriendo aliviar la tensión en el aire.

—Por favor.

—¿Quieres azúcar? —Ella asintió sin decir nada.

—Debo alistarme, si quieres algo más, estás en tu casa, busca en las despensas o en el refrigerador, sírvete lo que desees, si quieres escuchar música o ver televisión, esa puerta de allá —le dijo señalando unas puertas corredizas—, son del salón de entretenimiento.

—Gracias así estoy bien —le hizo saber ella sentándose en una de las sillas altas de la barra.

Samuel no dijo nada más y subió las escaleras. Entró en su habitación y se fue directamente al baño mientras su cabeza era un torbellino con cientos de emociones. Por un lado, Rachell, por otro lado, su venganza, la cual ya había iniciado y no podía parar.

Debía darle un alto a sus sentimientos, no podía exponer a Rachell, aquello no sería fácil, lo tenía muy claro, cuando atacara al pez grande, todo, absolutamente todo se complicaría, y él no podía ser menos que implacable, no debía tener ningún punto débil que Brockman pudiese atacar.

El maldito lo había visto, acomodar las piezas no requería ningún esfuerzo, ya debería saber que Rachell podía ser el punto débil que lo dejara fuera de juego.


Nota: Bueno meninas, aquí llega el primer libro. Mañana empezamos la aventura del segundo, así que prepárense, con muchos comentarios y votos para que lleguemos a la meta cuanto antes. 

Se les quiere un montón. Gracias por cada voto y comentario que han dejado en este primer libro. Abrazos!

Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora