CAPÍTULO 5

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"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante."

Oscar Wilde.


¡Positivo! ¡Positivo! Las dos rayitas en la prueba de embarazo le estrellaban la dura realidad, estaba embarazadísima. El test empezó a temblarle en la mano y su vista se nubló ante las lágrimas y el cuarto de baño empezó a darle vueltas.

—¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué estará pensando Reinhard? —no encontraba una salida coherente solo tenía ganas de desaparecer, estaba consciente que apenas llevaba dos meses con el hombre y ahora le salía embarazada—. Seguro pensará que soy una que se la quiere pasar de viva para amarrarlo. —las lágrimas rodaban por sus mejillas y por primera vez se sentía realmente estúpida.

Reinhard se dio cuenta que la película había terminado por el fondo negro y las letras blancas que ascendían en la pantalla. Los créditos se anunciaban y en él la ansiedad no disminuía.

Se puso de pie y caminó hasta la puerta del baño, elevó su puño, pero a centímetros de tocar, se arrepintió de hacerlo. No quería presionarla, no pretendía acrecentar los nervios en ella y hacer la situación más tensa. En sus años de vida nunca se había sentido de esa manera, parecía un adolescente que no sabía cómo manejar la situación.

Al otro lado Sophia seguía lamentándose de la jugada que el destino le estaba haciendo, ella solo quería quedarse en ese lugar y no salir nunca más, no al menos que tuviese el poder para cambiar la desventurada realidad.

—Podría mentirle, decirle que no estoy embarazada; que solo ha sido un susto y después me encargaré de... —apenas la idea logró forjarse en su cabeza y empezó a negar, rechazando esa salida—. No sería capaz, no... ¿quiero esté bebé? No sé, no sé si lo quiero, pero no puedo deshacerme de una vida, no soy una asesina. —Elevó la mirada al techo—. Ayúdame, por favor... dime qué es lo correcto. —Se cubrió el rostro con las manos para ahogar el llanto desconsolado.

Necesitaba que alguien la aconsejara, que le ayudara con alguna idea, necesitaba ayuda para pensar porque el lío que tenía en su cabeza no la dejaba idear absolutamente nada, no podía ver más allá de ese momento. Ni siquiera más allá de la puerta del baño.

Vio su teléfono en la encimera del lavamanos y lo agarró. Tal vez Rachell la aconsejaría, ella encontraría las palabras precisas para ayudarla a encontrar la calma que necesitaba, pero sus dedos temblorosos no atinaban a siquiera ir al registro de llamadas. Inspiró profundamente para calmarse un poco y antes de llamar a su amiga decidió que no era quién para arruinarle el fin de semana.

Solo contaba con alguien más en la vida a aparte de Rachell y sin pensarlo mucho para no desistir marcó, al tercer repique escuchaba su voz atender la llamada y esa voz familiar solo logró que el desespero en ella se desbordara.

—Oscar —lo saludó en medio de un gran sollozo.

—Sophia ¿sucede algo? ¿Qué te ha pasado? —preguntó Oscar al otro lado del teléfono y salía desnudo de la cama, dejando a su vecina divorciada algo desconcertada.

—Sucede, ¡ay Oscar! —No podía evitar hipar en medio del llanto.

—¿Por qué estás llorando? —hizo la pregunta al tiempo que sostenía el teléfono con el hombro y la cabeza mientras se colocaba los bóxers—. ¿Estás en tu departamento? —indagó y a cada milésima de segundo la preocupación en él aumentaba.

—Sí... Oscar, estoy embarazada. —murmuró con la voz quebrada.

A Oscar el teléfono se le escapó ante la impresión y cayó al suelo, pero lo recogió tan rápido cómo recobró la compostura.

Dulces mentiras amargas verdades (Saga completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora